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MIGUEL RUBIO
Cartagena
Lunes, 12 de febrero 2018, 08:31
El día despunta plomizo y húmedo, quizás para darle un toque todavía más enigmático a la peculiar estampa que ofrece el monasterio de San Ginés de la Jara, situado junto a la autovía de La Manga, en mitad de una fértil llanura y con el Mar Menor de fondo. Tras años de ruina, expolio y polémicas judiciales, un rayo de esperanza ilumina el monumento, que empieza a verse liberado de grietas y desconchones. La rehabilitación emprendida en 2012 por la promotora alicantina Hansa Urbana, dueña de la parcela donde se levanta el antiguo convento franciscano, ofrece los primeros resultados reseñables.
La ejecución de las obras alcanza casi el 50% del proyecto redactado por Francisco José Sánchez Medrano. El arquitecto propone un viaje en el tiempo a fin de mostrar, con las limitaciones impuestas por la degradación que ha sufrido el conjunto monacal, cómo era el recinto en los siglos XVII y XVIII, cuando alcanzó su máximo esplendor. Sus cimientos, eso sí, se hunden en el terreno desde hace mil años. Algunas de las 'cicatrices' de la construcción, como una escalera añadida en el siglo XX para comunicar la zona alta del claustro, se mantendrán a fin de explicar al futuro visitante la evolución del monumento, desde la época más moderna hasta sus orígenes.
«Hemos superado la fase más ingrata del proyecto», asegura Marcos Méndez. El directivo de Hansa Urbana, que acompaña a 'La Verdad' en una visita al monasterio, se refiere a la demolición de falsas paredes, techumbres de chapa y otros postizos, y a las labores de desescombro y limpieza. Los trabajos se centraron después en el refuerzo y consolidación de la estructura, desde las cubiertas a los muros de carga, a fin de estabilizar la construcción y alejar el peligro de derrumbes, una de las principales preocupaciones de los técnicos. La siguiente fase, aún en marcha, consiste en la rehabilitación del conjunto, formado por el claustro, la iglesia, el campanario y la torre fuerte.
Ladrillos hechos a mano
El recinto al completo disfruta de la máxima protección que otorga la ley regional de Patrimonio, esto es, la de Bien de Interés Cultural (BIC), lo que obliga a ser especialmente cuidadoso. Sánchez Medrano explica que en aquellas zonas donde ha sido necesario recuperar volúmenes perdidos se han empleado materiales como el hormigón con el fin de que se distingan claramente de los originales, como marca la normativa. «Hemos sido muy escrupulosos en todo el proceso», insiste el arquitecto. Luis Fernández Mula, de la constructora Azuche, experta en rehabilitaciones y encargada de las obras del monasterio, incide en el puntilloso trabajo de los últimos meses, que ha incluido, por ejemplo, la consolidación de los muros con 'inyecciones' de lechada de cal.
Los mayores avances de la restauración se aprecian en el claustro, que recupera sus dimensiones originales. La techumbre que corona la doble arcada está terminada. Y tampoco se han ahorrado esfuerzos: para la cornisa se ha utilizado ladrillo aplantillado curvo realizado a mano en la pedanía de Valentín, en plena comarca del Noroeste, indica Fernández Mula.
Este espacio sufrió una profunda transformación que se inició en el siglo XIX cuando, con la desamortización, el convento se convirtió en una hacienda agrícola, y después, en los años 30 del pasado siglo, cuando la familia Burguete lo transformó en una villa de recreo. Ahora, con motivo de la restauración, ha habido que excavar 1,7 metros y retirar una 'montaña' de material de relleno hasta dar con la cota original del patio. Estos trabajos han sacado a la luz una construcción alargada, cubierta con una gruesa losa de cemento, que bien podría ser un aljibe, un polvorín o un refugio de la guerra. Sánchez Medrano cree que carece de interés y que por tanto debe ser demolido, por lo que se ha pedido autorización al servicio de Patrimonio Histórico. Aún no ha contestado. La empresa indica que este es el motivo de que los trabajos se encuentren paralizados. Tampoco han respondido los técnicos de la Dirección General de Bienes Culturales a la solicitud de Hansa Urbana acerca «del tratamiento final» para las viviendas y otras dependencias abandonadas a la entrada del conjunto, que, según la promotora, distorsionan la contemplación del monasterio.
Cultura debe supervisar la restauración de San Ginés de la Jara al tratarse de un bien de interés. Cada mes recibe de la empresa un informe con material fotográfico acerca de los pasos dados. La Consejería reconoce la labor que se está realizando. «La obra se está ejecutando con criterios rigurosos de salvaguarda del patrimonio y conforme al proyecto presentado basado en estudios históricos previos», declara un portavoz de dicho departamento.
Aún queda trabajo pendiente, por ejemplo, en la iglesia, cuya cubierta hay que consolidar. Sánchez Medrano estima que hasta la Semana Santa de 2019 no estarán terminadas las obras, en las que la promotora calcula que invertirá 1,6 millones de euros. De momento, han salido a la luz espacios olvidados y que ahora serán recuperados, como la cripta que contenía las reliquias del santo, el refectorio de los monjes y la capilla de San Antonio.
Sin embargo, algunos detalles de la restauración siguen en el aire a la espera de determinar qué usos se le dará al conjunto monacal. Una decisión que depende del Ayuntamiento de Cartagena, a quien Hansa Urbana entregará el convento una vez acabadas las obras. Entre las opciones, un centro de interpretación turístico o dependencias para impartir clases universitarias.
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