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LUIS MIGUEL PÉREZ ADÁN HISTORIADOR Y DOCUMENTALISTA
Sábado, 20 de agosto 2016, 01:21
Es imposible poder ver hoy día en nuestro Mar Menor una Sirena. Seguramente moriría entre el fango, las algas tóxicas, los nutrientes, las medusas, los restos de combustibles, los clubes náuticos, las ramblas, los desagües, la salmuera, la especulación y sobre todo por la falta de equilibrio entre la laguna y su entorno.
Pero no fue siempre así. En principio, el Mar Menor y en particular la franja de arena denominada La Manga tuvo proyectos de urbanización que, de haberse realizados, nos haría hablar hoy de otra cosa. Para comprobarlo debemos trasladar a los años 60 del pasado siglo, cuando una serie de arquitectos realizaron el denominado Plan Bonet (1961-1963).
Antoni Bonet, discípulo de Le Corbusier, fue el director de este proyecto. El Plan para La Manga coincidió con el regreso de Bonet a España en 1959, tras su estancia en Argentina; y constituyó un punto de inflexión en su trayectoria profesional.
La voluntad de preservar los valores naturales del paisaje llevó a los arquitectos a plantear una ocupación discontinua del territorio, concentrando la edificación en clusters de viviendas y equipamientos organizados alrededor de torres de 21 plantas, repetidos aproximadamente cada 1,2 kilómetros a lo largo de un eje vertebrador.
Inspirándose en las propuestas de Le Corbusier para Argel o Buenos Aires, y en su visión de la ciudad desde el mar, los arquitectos respondían a la horizontalidad por contraste topológico. Subrayaban la presencia vertical de las torres como hitos paisajísticos que, contemplados desde la distancia, marcaban la posición de los núcleos habitados.
Pero, como casi siempre, los intereses económicos y especulativos llevaron al traste este plan. Se trataba de ganar dinero rápido aprovechando el boom turístico y no olvidemos que La Manga era «propiedad privada».
Dicho esto, retomamos el asunto de nuestra sección: una sirena dorada en el Mar Menor, pero una sirena de carne y hueso. Como hemos señalado, en los años sesenta se pone en marcha la urbanización de La Manga. Para su propietario, Tomás Maestre, era imprescindible una buena promoción de este inhóspito lugar y nada mejor que traer a una sirena dorada que por aquellos años tenía nombre y apellido: Esther Williams.
Una de las grandes estrellas de la época resplandeciente de Metro-Godwyn-Mayer, nació el 8 de agosto de 1921 en Los Ángeles. Figura de la natación sincronizada, la Segunda Guerra Mundial truncó su carrera deportiva y se dedicó entonces a los espectáculos acuáticos. Empezó como modelo y allí fue de donde saltó al cine.
Su carrera como actriz estuvo plagada de éxitos, con 26 películas acuáticas y títulos míticos como 'Escuela de sirenas', 'Juego de pasiones', 'La hija de Neptuno' y 'Fiesta brava', en donde la legendaria sirena americana se desenvolvía perfectamente entre la música, el romance, la comedia y las coreografías con agua de por medio.
Con el declinar de los musicales, esta sirena se pasó a los dramas, con títulos como 'Sombras de la noche' y 'El gran espectáculo'. En 1961 rodó en España 'La fuente mágica', bajo la dirección del entonces su tercer marido, el actor Fernando Lamas.
Coincidiendo con este rodaje es cuando ambas estrellas aparecieron en una visita por el Mar Menor. De cómo se fraguó su presencia en la laguna tenemos conocimiento por lo publicado en 'El Noticiero' del mes de diciembre de 1961.
El diario lo contó así: «Esther Williams llegó a La Ribera. La visita tiene un poco de historia: en la Semana Santa, invitado por el doctor Eduardo Bonet, estuvo en nuestra ciudad el reportero gráfico Lara, que consiguió, sea de paso, una excelente documentación fotográfica. También tuvo ocasión de conocer nuestro Mar Menor, del que quedó gratamente impresionado; prometió hacer cuanto estuviese a su alcance para darlo a conocer y es ahora cuando una llamada telefónica al doctor Bonet le decía: 'He de hacerle un reportaje a la artista Esther Williams; tiene para ello que realizar ejercicios de esquí acuático y he pensado en el Mar Menor; vamos para esa'».
Y así está el asunto. En la mañana de ayer, reunión en el Hotel Los Arcos. Asistentes Tomás Maestre, Francisco Celdrán, el referido doctor Bonet, portador de un artístico ramo de flores y algún otro señor, ante la expectación de muchos otros. Quizás sea éste el principio de que el Mar Menor se vaya ya haciendo más conocido».
Precisamente en el archivo Lara hemos localizado algunas de las fotografías de esta Sirena, no sobre las aguas del Mar Menor, pero sí en La Encañizada, invitados por su dueño, mirando unos planos que nunca fueron realidad y pescando unos mújoles junto a su esposo, para hacer un caldero. Qué tiempos aquellos, sobre nuestro Mar Menor sirenas que hacían esquí acuático tiradas por hermosos caballitos de mar, sobre sus cristalinas aguas y sobres sus puras arenas.
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