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José Alberto González
Miércoles, 20 de enero 2016, 01:25
Cuando, hace menos de dos semanas, Tomás Inglés supo que cuatro hombres encapuchados y armados habían asaltado la chatarrería de la que es copropietario no pudo ni imaginar que él mismo, y su propia familia, iban a sufrir en sus carnes las fechorías de unos delincuentes de conducta e intenciones sospechosamente similares. Pero eso es lo que ocurrió anteanoche en la finca de Pozo Estrecho donde reside Tomás Inglés, socio de la chatarrería Hermanos Inglés. El industrial, su mujer, sus dos hijos y su suegra fueron víctimas de un violento asalto en el que un despiste de los ladrones y el valor de él se aliaron en una historia de final feliz para lo que se avecinaba.
«La caja fuerte, ¿dónde está la caja fuerte?», preguntaron a Tomás una y otra vez durante treinta largos minutos los individuos que hacia las diez y media habían convertido la noche en una pesadilla, al irrumpir en su parcela con el rostro tapado y armados con una escopeta.
Todo empezó cuando dos asaltantes se le abalanzaron en el jardín, aprovechando que había salido a dar su habitual paseo tras la cena. Otros dos entraron en su casona por una puerta que da acceso a una cocina.
En cuestión de minutos, los ladrones encerraron en esa estancia de la vivienda a la esposa de Tomás, de 48 años, a la madre de ella, de 70, y al hijo menor del matrimonio, de 14. El industrial, de 50 años, había dejado a la mujer y a la suegra viendo la tele, y a sus dos vástagos durmiendo en sus respectivas habitaciones; todos ellos en la planta superior de la casa. Pero nada más acceder al interior del inmueble, tras ser maniatado con unas cuerdas y amenazado con una escopeta para que se limitara a obedecer a sus captores, se topó con la «terrible» escena de ver a los suyos «sentados y con la cabeza sobre la mesa de la cocina».
Según relató ayer a 'La Verdad' el empresario, que reside en una finca situada cerca del polígono industrial, «al ver que yo siempre les contestaba que en la casa no había ninguna caja fuerte, pero que se llevaran todo el dinero de la cartera, me llevaron al comedor y me dejaron boca abajo en el sofá atado de pies y manos».
Tras exigir la cartera a Tomás, que tuvo que ir con ellos al aseo para coger las llaves del bolsillo de un pantalón, los ladrones («que hablaban español con acento magrebí») hicieron otra búsqueda infructuosa de su obsesivo botín.
«Mientras lo revolvían todo, cajones y demás, de repente me preguntaron cuántos niños había en la casa y yo, por temor a represalias, les dije que dos», contó Tomás. Y prosiguió: «Entonces se percataron de que una de las habitaciones estaba cerrada, y que dentro estaba mi hijo mayor. Pero cometieron el error de dejar sin vigilancia la cocina y a mí. Entonces, no me lo pensé y conseguí desatarme. Luego, casi instintivamente, porque enfrentarme a cuatro tíos armados hasta los dientes solo habría puesto en riesgo mi vida y la de mi familia, salí por la cocina, crucé el jardín y salté la valla en busca de ayuda para rescatarlos a tiempo».
Ya en la calle, el hombre vio a una patrulla de la Policía Local, a la que según Tomás avisaron los vecinos extrañados por el ruido; y a la que, según el Ayuntamiento, avisó un familiar con el que, antes de ser descubierto, contactó por teléfono el hijo mayor vía Whatsapp.
Oleada de atracos
Los agentes tocaron al timbre, lo que alertó a los asaltantes. Uno de estos se asomó, y, en árabe, avisó a sus compinches para huir. Cuando los funcionarios municipales llegaron al domicilio, los ladrones habían salido ya de ésta y, aprovechando la penumbra porque apenas lucía la luz del porche, se escabulleron por una zona arbolada.
Hasta el lugar se desplazaron varias unidades de la Guardia Civil, cuyos especialistas de la Policía Judicial llevaron a cabo las primeras pesquisas para tratar de determinar la identidad de los asaltantes mientras otros agentes de la Benemérita y de la Policía intentaron, sin éxito, localizar a los delincuentes.
Éstos se hicieron, al final, con 1.500 euros, un reloj, joyas y varios teléfonos móviles. Y, según dijo «sin ningún género de dudas» Tomás Inglés y según sospecha también las autoridades, es el mismo grupo que se llevó mil euros de la chatarrería y que tiene en jaque al Instituto Armado y a la Policía Nacional por una oleada de atracos -varios de ellos cometidos por encapuchados- en salones de juegos y otros establecimientos de la comarca.
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