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JOSÉ SÁNCHEZ CONESA
Miércoles, 8 de octubre 2014, 02:24
Hace nueve años publicaba la Editorial Corbalán un libro cuya autoría me corresponde: 'Historia del movimiento vecinal de Cartagena y comarca. Vecinos en movimiento', un trabajo que sumaba un total de 302 páginas y numerosas y elocuentes fotografías. La obra se presentó en el Aula de Cultura de Cajamurcia en Cartagena con la presencia en la mesa del locutor de Radio Cartagena-Cadena SER Miguel Meroño, el prologuista del libro Pedro María Egea Bruno, hoy catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Murcia, el entonces concejal Enrique Pérez Abellán y Vicente Rosique, presidente en aquel momento de la Federación de Asociaciones de Vecinos de Cartagena y Comarca Fernando Garrido. Dedicaba la obra a todos los hombres y mujeres que han formado parte del anchuroso cauce de las asociaciones de vecinos, a todos aquellos que creen en las posibilidades de desarrollo del ser humano y entienden la vida como una invitación a salir de sí mismos y dar al otro cuanto hay de bueno en nosotros. El buen militante debe contemplar su propia vida y el mundo no como una obra acabada, su mirada debe ser más bien la del artista que va creando.
El profesor Egea Bruno subrayaba que no se puede escribir la historia reciente de España sin destacar la trascendencia del movimiento vecinal, siendo para el prestigioso catedrático de Sociología Manuel Castells el movimiento urbano más amplio y significativo de toda Europa desde 1945. Aparece en nuestro país durante el tardofranquismo, aprovechando el resquicio legal de la Ley de Asociaciones de 1964 que promovió el ministro aperturista Manuel Fraga Iribarne.
Cambio en las asociaciones
Las asociaciones vecinales darán respuesta conflictiva a los cambios socioeconómicos que se estaban operando como el crecimiento desordenado de las ciudades que dejaron unos barrios sin planificación urbanística y sin servicios elementales como redes de alcantarillado, alumbrado público, asfaltado, centros educativos, guarderías, consultorios médicos, centros culturales, instalaciones deportivas y todo lo que queramos añadir. Una gran importancia tuvieron en la constitución y desarrollo de muchas de nuestras asociaciones los partidos ilegales de izquierda, fundamentalmente el PCE y la ORT, un partido maoísta, así como la Iglesia de base, especialmente la HOAC.
En efecto, las asociaciones de vecinos proliferaron en las zonas urbanas, sobre todo en la periferia constituida por los llamados barrios obreros pero, sin embargo, en el municipio de Cartagena tuvo y mantiene una gran pujanza en los pueblos. La razón estriba en el abandono histórico por parte de la gestión municipal de las numerosas pedanías que están bajo su jurisdicción. Una pena que la Constitución española no reconociera, como si hizo con los sindicatos, su interés público, cuando estos colectivos fueron escuelas de democracia y participación en esos momentos aurorales. A ello debemos sumar los grandes logros conquistados mediante la auto organización vecinal que permitió la construcción, en fines de semana, de diversas infraestructuras, especialmente en nuestro municipio los consultorios médicos, las zonas deportivas y los parques y jardines, siendo Sauces uno de los más conocidos.
Debemos destacar las buenas relaciones entre la Federación vecinal y el primer gobierno local que presidió el alcalde socialista Enrique Escudero de Castro. Si bien la democracia supondrá, paradójicamente, un importante debilitamiento del movimiento porque algunos de sus más cualificados dirigentes pasan a desempeñar cargos públicos, los partidos políticos desconfiarán de los colectivos reivindicativos frenando su acceso a las instituciones e induciendo a la desmovilización social. Todo muy lamentable, porque eso no es construir una democracia de calidad y en ello tuvo mucha responsabilidad el PSOE.
Primera presidenta
El germen de una Federación que aglutinara esfuerzos comunes se sitúa en una reunión celebrada en octubre de 1976 en la parroquia del Barrio de la Concepción, convocada por Salvador Madrid, dirigente del PCE, a la que asisten personas vinculadas a la mencionada HOAC, comunistas, personas independientes, incluso José Antonio Lozano, años más tarde concejal cantonal.
Pero hasta el 15 de julio de 1977 no cobra carta de naturaleza la comisión pro-federación con el objetivo de crear asociaciones allí donde no existieran, potenciar las existentes y derrocar juntas directivas franquistas que suponían una caricatura pues en realidad existían legalmente pero sin vida orgánica ya que el presidente era a su vez el alcalde pedáneo, quién hacía y deshacía a su antojo.
El 4 de noviembre de 1978 se elige a la primera presidenta de la Federación de Cartagena y Comarca, una mujer, María Jesús Achega Jáuregui, vinculada a la Iglesia de base y a la ORT. Le sustituye un año después Rafael Plazas Espinosa, del PCE, y más tarde accede a la presidencia Salvador Madrid Cabezos (1982-1983), que será sustituido por Diego Jiménez García (1983-1986), un profesor vinculado en principio a la HOAC, después al sindicato de enseñanza STERM y a Izquierda Unida. Pablo Román tomará el relevo en la presidencia hasta 1990, un año después es elegido concejal por Izquierda Unida. Un año estará al frente su sustituto, José Martínez García, quien pasará a ser responsable de la Concejalía de Cultura socialista en el gobierno de José Antonio Alonso. Los representantes vecinales optan por Ramón Jerez Paredes como máximo dirigente de la Federación entre 1991 y 1995, al que sigue Javier Lorente Ortega (1996-1997), Luis de Miquel Santed (1997-1998), Vicente Rosique Molina (1998-2006) y el actual presidente Leandro Sánchez Martínez, desde 2006.
Han sido años intensos de lucha contra la contaminación atmosférica, con manifestaciones multitudinarias; debates sobre los sucesivos Planes Generales de Urbanismo, en muchos casos pasionales; significativos actos de protesta como el encierro de cuarenta dirigentes vecinales el 22 de junio de 1983 en el salón de Plenos contra el alcalde socialista Juan Martínez Simón; el apoyo a los vecinos del Llano del Beal frente al avance de la minería; Alumbres contra el avance de la petroquímica; la regeneración de la bahía de Portmán; las demandas de participación y la elaboración de los Reglamentos que articulan la intervención en comisiones, plenos y otros órganos municipales; las reivindicaciones de los pueblos y la descentralización de la gestión con la petición de la puesta en marcha de entidades locales menores; los movimientos a favor de la constitución de nuevos municipios; el gran protagonismo tenido en la creación de los Servicios Sociales municipales; las Jornadas Vecinales; la organización de fiestas y semanas culturales; la gestión de los centros cívicos y consultorios médicos; la plataforma pro-alejamiento de las antenas de telefonía móvil; la plataforma para la defensa de la sanidad pública; la defensa del patrimonio cultural; la calidad de la movilidad, accesibilidad, transporte público y uso de la bicicleta; el fomento del deporte de base; el surgimiento de Rascasa; la educación de adultos o la fundación del Patronato Municipal de Guarderías; la destacada presencia en los medios de comunicación con espacios de radio propios.
Es la historia del contrapoder cívico, entre la propuesta y la protesta. Y siempre necesario.
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