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Alicia Negre
Sábado, 14 de enero 2017, 00:53
«Estamos destrozados». Cuando abre la puerta de su casa, en un primer piso de la calle Iglesia, en la pedanía murciana de Aljucer, el rostro de Joaquín García lo dice todo. Es la viva imagen del cansancio y del dolor. El padrastro de Lucía, la niña de 13 años que se quitó la vida este martes, se excusa y reclama tiempo, pero se arma de algo de fuerza para defender rotundamente que Lucía fue víctima de un acoso escolar que su primer instituto, el Ingeniero Juan de la Cierva de Patiño, no supo abordar debidamente.
«Es evidente que el sistema falló», recalca Joaquín, parapetado en la puerta de su domicilio. En el interior solo se escucha el silencio. Fue en esa vivienda donde el pasado martes Lucía decidió quitarse la vida, mientras su madre descansaba tras tomarse una pastilla para el dolor de cabeza, según explicaron Joaquín y María de los Peligros a 'El Español'. «Es un sufrimiento indescriptible», relató su madre, que encontró el cuerpo de la adolescente.
Los problemas de Lucía, según explicaron sus padres, comenzaron en septiembre de 2015, cuando ella estudiaba 1º de la ESO en el Juan de la Cierva. Detrás de ellos se encontraban principalmente dos compañeros de clase, aunque la joven acabó por sentirse sola y aislada. Según relataron sus padres al citado diario, la chica era zarandeada cada día en el autobús que la llevaba al centro y recibía insultos -«gorda y fea»-, cuando estaba en clase. Los padres de Lucía se enteraron de lo que ocurría en mayo del pasado año, una mañana en la que la niña no pudo más y decidió desahogarse.
Tras acudir al centro, la dirección tomó cartas en el asunto y expulsó a los dos alumnos -a uno cinco días y a otro uno-. Unas medidas que, sin embargo, consideró la familia, se quedaron cortas. Dado el malestar de Lucía, los padres solicitaron un cambio urgente de centro educativo, una opción en la que, según sostienen, no tuvieron el apoyo del Ingeniero Juan de la Cierva. Según la versión de la familia, la Consejería tampoco aceptó inicialmente ese cambio pero, al amenazarlos con hacer público el caso, la Administración accedió y Lucía pasó a estudiar en el instituto Licenciado Francisco Cascales, un centro al que la familia está muy agradecida. «Allí todo fue bien», remarca Joaquín. «Se preocuparon por su situación».
En terapia de grupo
Pese al cambio de centro, Lucía, que era una buena estudiante, tuvo que someterse a tratamiento psicológico y a terapias de grupo con otros niños víctimas de acoso escolar. A finales de diciembre, el día de comienzo de las vacaciones de Navidad, una limpiadora del Cascales encontró una carta de Lucía en la que la menor se despedía. Una misiva que fue entregada por el centro a sus padres y que rezaba: «Me siento sola. No quiero hacer sufrir a nadie de mi familia. Si queréis verme, tendréis que visitar mi tumba».
La familia de Lucía aún no ha decidido si iniciará acciones legales por este caso. Por el momento, explica el padrastro de la adolescente, quieren dejar trabajar a la Policía Nacional y que esta llegue al fondo del asunto. La familia asegura que en estos días no se ha puesto en contacto con ellos nadie del instituto Juan de la Cierva ni de la Consejería de Educación. A su puerta, remarca Joaquín con una mueca en el rostro, solo han tocado la Policía y los periodistas.
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