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F. C.
Miércoles, 18 de noviembre 2015, 11:32
No paran quietos en clase, se levantan, se distraen, interrumpen la explicación del profesor, y el pasillo o el despacho del director terminan convirtiéndose en su destino habitual. Solo cuatro de cada cinco niños con trastorno de hiperactividad y déficit de atención (TDAH) están diagnosticados y reciben el tratamiento y el apoyo escolar que precisan, según admite la propia Consejería de Educación, que está redactando un protocolo que permita su detección en los colegios. Un plan similar al desarrollado para evitar que los escolares con dislexia fracasen en la escuela, ya que en los dos casos se trata de trastornos que afectan a la progresión académica del alumno, pero que no están catalogados como escolares con necesidades educativas especiales.
Según los datos de la Consejería de Educación, en los colegios e institutos de la Región estudian este año 2.536 alumnos con TDAH. Un número que representa apenas el 1% de la población en edad escolar, y que queda muy lejos del 5% de niños y adolescentes que padecen el trastorno. «Tenemos claro que muchos se nos 'escapan', no reciben la atención que precisan y terminan fracasando en los estudios, de ahí que sea básica su detección», admite la directora general de Atención a la Diversidad de la Consejería de Educación, Ana Millán.
En el colegio y en casa
La clave para atender correctamente a un escolar con TDAH es detectar el trastorno, y no siempre resulta sencillo, ya que no todos los niños despistados, impulsivos o que se mueven mucho lo son. «Muchos de estos comportamientos son normales en la mayoría de los niños; la diferencia es que en los niños sin TDAH, estos síntomas tienden a disminuir según crecen y pasan de la educación Infantil a la Primaria», explican en la Federación Española de Asociaciones de Ayuda al Déficit de Atención e Hiperactividad. A la hora de distinguir a un niño con TDAH, «es importante tener en cuenta la cantidad e intensidad de los síntomas y su permanencia en el tiempo y en diferentes situaciones, tanto en el colegio como en casa».
Las cifras de la Consejería de Educación dan una idea del elevado índice de fracaso escolar que puede acarrear el trastorno si no es detectado y tratado. De los 2.536 escolares localizados este mismo curso, solo 406 estudian etapas educativas no obligatorias, es decir, Bachillerato o Formación Profesional. «Ese dato lleva a pensar que un elevado número de escolares que padecen el trastorno no han seguido estudiando después de terminar la Secundaria Obligatoria, probablemente porque no reciben el apoyo necesario», admite Millán.
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