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Una mujer pasa delante de la oficina del Banco Pichincha situada en la plaza Circular de Murcia. :: GUILLERMO CARRIÓN
Negociantes intrépidos en época de crisis
MURCIA

Negociantes intrépidos en época de crisis

El Banco Pichincha cuenta con dos oficinas para captar fondos de 35.000 trabajadores suramericanos La primera peluquería china de Murcia abre una nueva vía de negocio con 1.200 compatriotas como soporte

JOSÉ MANUEL REQUENA

Miércoles, 30 de diciembre 2009, 11:20

Los desiertos africanos dejan la estampa de los esqueletos de camello como muestra brutal de su dureza. La fuerte recesión que azota la ciudad de Murcia ha hecho brotar en el centro de la capital un rosario de esqueletos de locales comerciales, con el cartel de cerrado o con una partida de defunción comercial fulminante grabada en la cristalera: liquidación por traspaso. Las grandes crisis ofrecencon frecuencia buenas oportunidades a los más emprendedores y arriesgados negociantes. Entre ellos están los chinos.

Detrás de la iglesia de San Antolín, justo enfrente del quiosco de prensa, abrió a finales de mayo la primera peluquería china de la ciudad. Dong Gan pone en el letrero. El encargado, Wei Shi, procede de Fujian, provincia sureña del este de China.Una región montañosa y con dificultades de comunicación por carretera con el resto del país.

Llegó hace tres años a España, pero habla con dificultad el castellano, con monosílabos y frases cortas. Cuenta que viene de Alicante -tras haber trabajado con anterioridad en Madrid y Valencia- y que en la vecina ciudad costera su esposa regenta otra peluquería. Le extrañaba que una capital grande, como Murcia, con cerca de 440.000 habitantes, entre ellos unos 1.200 chinos, no contara con ninguna peluquería china.

Con abundancia de restaurantes, tiendas de ropa y alimentación y grandes locales de multiprecios, a la creciente colonia china le faltaba la guinda de la peluquería.

«Los chinos tienen el pelo más duro y difícil que los españoles, por eso para nosotros es mucho más sencillo cortar el pelo a tijera a los murcianos que a mis compatriotas».

Wei Shi ensalza el trabajo estrella de su local, el permanente liso japonés, que cuesta 120 euros. «Pero una vez hecho, el pelo permanece liso durante ocho meses». Cuenta el local con dos trabajadores, ambos chinos, jóvenes y dispuestos al sacrificio laboral. No cierra ningún día. Abre de lunes a sábado de 9.30 a 21.30 y de 10 horas a 21 h. los domingos. Afirma que en su negocio los precios son ligeramente más baratos que en las restantes peluquerías. El corte de pelo a mujeres vale doce euros, el de hombres, nueve, y el de niños, siete. La limpieza de cutis cuesta veinte euros.

El mejor día de trabajo, subraya, es el sábado, y los peores, el miércoles y el jueves. Entra más gente por la tarde que por la mañana, indistintamente hombres y mujeres, y no sólo chinos. «Vienen de todas partes, menos los marroquíes». Wei debe ya saber a estas alturas que los magrebíes tienen sus propias peluquerías o barberías. Este chino paciente de 38 años, amante del jamón en el desayuno con tostada y tomate, va y viene tres o cuatro veces a la semana a Alicante, a ver a su esposa y a sus dos hijos, una niña de once años y un niño de catorce meses, nacido en España. De momento tiene que afrontar dos sueldos y novecientos euros de alquiler.

De inmobiliaria a restaurante

El lugar que ocupó en otros tiempos una antigua ferretería y en los años de bonanza una inmobiliaria lo domina ahora un restaurante, denominado Vaporcito. Lo cuenta el maître, Luis Moncada, un malagueño con más de 30 años en el sector de la restauración. Con más mesas fuera que dentro, muy próximas al gigantesco ficus de la plaza de Santo Domingo, este restaurante abrió sus puertas a mediados de octubre. Su dueño, «un señor gallego, que no viene mucho por aquí», tiene otro restaurante en Torrevieja.

Doce personas de siete países distintos, España, Italia, Rumanía, Rusia, Paraguay, Colombia y Marruecos, han encontrado trabajo en el local, cinco de ellas en la cocina. En la plantilla hay ocho mujeres. «Somos la ONU, -dice Luis-, pero aquí tenemos un idioma común, el español».

Las primeras semanas de trabajo le han dejado al responsable del local buenas sensaciones. «Vienen médicos, abogados, profesores de Universidad, turistas franceses e ingleses. Esto parece una freiduría, pero no lo es. Tenemos también vinos, hasta de Australia a muy buen precio». El maître resalta las bondades de la fuente de fritura para dos personas -o incluso tres- que contiene chipirones, chanquete, calamares y lenguado, acompañados por patatas fritas y ensalada. Todo por 25 euros. También elogia las virtudes del bacalao de Portugal de 400 a 500 gramos hecho al horno con patatas y verduras. Un plato para dos personas que cuesta también 25 euros.

Un banco andino

Pichincha es el nombre de un volcán de 4.794 metros a cuyas faldas se extiende Quito, y de una provincia ecuatoriana en la que se encuentra enclavada la capital quiteña. Y el volcán que le dio nombre a una histórica batalla de independencia en 1822, le ha dado santo y seña también al principal banco ecuatoriano, que ha abierto oficinas en Lorca y Murcia. La sucursal de la capital de la Región mira a la fuente de la Redonda, donde el Real Murcia celebra sus ascensos, enclave privilegiado para poder captar recursos.

La entidad aguarda la autorización del Banco de España para operar -la legislación exige un mínimo de 18 millones de euros de capital para empezar la actividad bancaria- y ha instalado sedes en Madrid, Barcelona, Hospitalet, Valencia, Alicante, Lorca y Murcia.

De momento actúan como oficinas de representación y pretenden hacer negocios con la importante población ecuatoriana en la Comunidad Autónoma. Sin olvidar a otros colectivos suramericanos, también con destacado número de residentes como colombianos, peruanos y bolivianos. Unos 35.000 trabajadores andinos, preferentemente ecuatorianos y bolivianos, son el principal foco de atención de esta nueva entidad bancaria. El Banco Pichincha pretende hacer algo parecido a lo realizado por el Santander en Argentina: captar los fondos de los emigrantes con salarios dignos.

Oro y joyas

Al tiempo que la crisis provoca muerte empresariales e incontables tragedias personales, desata la fiebre del oro, No es una quimera como en la célebre película de Charles Chaplin. Hay una inundación de propaganda de compra de oro y joyas en todos los rincones de la ciudad.

Pedro Soler lleva 25 años en el oficio. Establecido en El Lingote de oro, a pocos metros del Museo Salzillo, comenta que desde hace un año también trabaja con los empeños, una compra con derecho a devolución con un 10% de recargo al mes. «Gente que no ha cobrado el día 31 y necesita pagar una letra o una hipoteca, empeña un objeto de valor, pero puede recuperarlo al cabo de un mes, con un 10% de interés sobre la cantidad prestada». Para los empeños a más largo plazo, aconseja ir a Madrid, a un monte de piedad. La tasación del oro la realiza con sencillez. Baña la pieza en un ácido que calibrará la autenticidad del objeto. Si no se oscurece, habrá prueba de que es auténtico. Luego, una sencilla balanza determinará su peso.

El oro es el valor refugio por excelencia, y con la debilidad del dólar, ha sufrido este año una gran escalada en su precio hasta rebasar la onza los 1.200 dólares. El oro de 24 quilates, poco frecuente, con un 100% de pureza se paga a 19 euros el gramo, El de 18 quilates, el más habitual, con un 75% de pureza, a 13 euros. «Sin embargo -comenta Pedro Soler- los rusos y ucranianos, los inmigrantes del este de Europa en general me traen oro de 14 quilates o incluso de 10 y lógicamente reciben un precio mucho menor». Con el oro adquirido, este experto comprador lo vende no al público sino a una empresa, Sempsa.También compra plata, a 0.15 céntimos el gramo, y relojes sin maquinaria. De la plata, asegura, sólo interesa vender piezas de cubertería y bandejas.

Pedro Soler calcula en 3 gramos el peso medio de una alianza de 18 quilates, por lo que desprenderse de una pieza tan querida puede suponer un ingreso de 40 euros.

La crisis ha provocado una espectacular demanda de oro y joyas y unos cincuenta establecimientos se dedican a comprarlos en Murcia y sus pedanías.

Tres de estos establecimientos pertenecen a Vicente Martínez García, que ha abierto dos locales desde el pasado mayo. Con su puesto de mando al frente de Oro D'Italia, en la calle Princesa, es comprador y fundidor de oro. Pero también trabaja con otras joyas. Se muestra muy expresivo al hablar de los brillantes: «Es un mercado cerrado y con difícil salida porque hay que buscar una persona que busque una talla y un tamaño determinado de una pieza concreta». Pone como ejemplo que una piedra nueva con brillo de 0,03, equivalente a poco más de la cabeza de un alfiler, podría pagarla a unos 35 euros.

Los relojes los adquiere completos, incluida la maquinaria, pero es importante aportar el certificado de garantía. El oro de la pieza tiene un precio de unos 13 euros el gramo de 18 quilates. Una vez sometido a los chequeos de comprobación oportunos para calibrar el desgaste de la cadena, el cristal, normalmente de zafiro que llevan los de las buenas marcas y los contrastes los tasa en un precio que, en general, supone un 50% de lo que valdría ese reloj en el mercado.

Es decir, el reloj de marca comprado hace cinco años que se vende ahora a 1.000 euros , con garantía, oro y buena conservación global, lo pagaría actualmente a 500 euros. No es el mejor negocio para el ciudadano en apuros. Pero el tsunami de la crisis puede con todo y algunos, en estos tiempos de zozobra, venden hasta la dentadura de oro.

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