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CARLOS BENITO
Jueves, 17 de diciembre 2009, 12:28
Hace quince años, cuatro socios fundaron La Luna, una de las primeras empresas de bicimensajería de España, y se lanzaron a repartir paquetes por Gijón y Oviedo con un ímpetu propio de una contrarreloj. «Al principio nos miraban como un elemento un poco folclórico, resultaba llamativo que hubiésemos apostado por esa forma de trabajo -recuerda Ramón Fernández, un asturiano de Porcia que ahora se ocupa de la atención al cliente-. Pero la cosa cuajó enseguida, pronto hubo instituciones y empresas que apostaron con convencimiento por nosotros». Su cooperativa da trabajo hoy a catorce personas y lleva pedaleados 860.000 kilómetros: vamos, de sobra para viajar hasta esa Luna que les da nombre, dejar allí algún envío y regresar.
Algo de extraterrestres tenían los bicimensajeros allá por los 90, cuando se presentaban en los polígonos industriales dispuestos a llevar la carga a base de piernas. España no se había acostumbrado -seguramente no lo ha hecho todavía- a ver la bicicleta como un medio de transporte eficiente. «En otros países, la bici es algo natural. Se utiliza haga bueno o malo, haya cuestas o no, para el ocio y para el trabajo. Aquí, aún nos preguntan alguna vez si también repartimos los días de lluvia». El germen de La Luna está en una estancia de Ramón en Holanda: fue allí con el programa europeo Leonardo, para trabajar en una empresa de investigación de mercados, y se conmovió su corazón de aficionado a la bicicleta. «Lo que vi me determinó a usarla más conscientemente. Los Países Bajos siguen teniendo la primacía en este campo: se implicaron muy pronto y ven la bici como un vehículo que integra y hace ciudad».
La Luna nació con inquietud medioambiental y, según los cálculos de sus responsables, ha ahorrado a la atmósfera más de cien toneladas de dióxido de carbono en estos años. Pero los ideales difícilmente bastarán para triunfar en el mundo empresarial: la cooperativa, que se define como «más competente que competitiva», ha organizado varias carreras para demostrar que, además de limpia y silenciosa, la bicicleta es rápida, inmune a los atascos de la hora punta. Un mensajero puede llevar hasta quince kilos en el portabultos, con carga extra en la bolsa ergonómica, y también existen remolques que permiten trasladar treinta kilos de mercancía.
Dos medidas básicas
Aquella iniciativa de cuatro visionarios que utilizaban como oficina un local de Los Verdes es hoy una compañía de 'shipping' que también realiza envíos nacionales e internacionales de forma «medioambientalmente responsable», aunque, lógicamente, las grandes distancias obligan a emplear transportes a motor. Pero la bicicleta sigue siendo su seña de identidad y, siempre que resulta posible, trabajan con empresas similares en la ciudad de destino. Madrid, Barcelona, Euskadi, Pamplona o Palma de Mallorca ya cuentan con servicios de bicimensajería, y Ramón contempla con optimismo el futuro del sector: «Hubo un momento álgido en los 90 y ahora tal vez se produzca una nueva eclosión. Recibimos muchas solicitudes de información de emprendedores de distintas ciudades».
En lo que queda mucho por hacer es en la promoción del transporte sostenible. «Niveles como el de Holanda los dan la enseñanza y el tiempo, que crean hábitos. Es un asunto de conocimiento del medio, como se dice en Primaria. Aquí, seguramente, nos veremos obligados a seguir esa senda cuando falte el petróleo». A juicio de Ramón, una apuesta decidida por la bicicleta pasaría por dos medidas básicas: «Las normativas de tráfico urbano restringen mucho la circulación de las bicis. Por un lado, habría que habilitar zonas peatonales compatibles con el uso de la bicicleta. Por otro, habría que permitir el paso por calles de sentido prohibido para los coches: hay muchas en las que eso no supondría ningún peligro. Bruselas y París lo han hecho, y la única inversión que se precisa es un cartel que diga 'excepto bicicletas', para ponerlo debajo de la señal».
¿Y cómo ve la Cumbre de Copenhague un ciclista que ni siquiera tiene coche propio? «Buf, no puedo evitar ese sentimiento de pensar 'qué más da'. De Estados Unidos y Europa pasaremos a India y China, pero van a seguir contaminando. Yo soy bastante individualista, me interesan los grandes movimientos que surgen a partir de pequeñas acciones. ¡Llevemos una vida que nos permita tener tranquila la conciencia ecológica!».
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