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JOSÉ SÁNCHEZ CONESA
Domingo, 28 de diciembre 2008, 18:05
C uando tanto se habla de interculturalidad resulta de obligado cumplimiento alabar la gran aportación de los árabes a la dulcería de nuestra tierra: cordiales, mazapán, arrope, turrón, etc. Sin olvidarnos de ese gran plato navideño como es el guiso de pelotas; albóndiga procede del árabe y significa bola pequeña. El pavo es protagonista de la cocina pascual, tal es así que el abuelo de mi mujer, Cecilio Saura, me comentaba que en los caseríos de La Aparecida los vecinos rivalizaban entre ellos por criarlos más hermosos.
Eugenio Martínez Pastor en su aporta una propuesta sugerente para explicar la enorme carga festiva que antaño generaban las matanzas del cerdo. Según él, los moriscos de nuestro campo, que para seguir pisando este suelo cristiano debían renunciar a Mahoma, manifestaban públicamente la ruptura con su antigua fe comiendo la carne del chino. Y para publicitarlo lo festejaban por todo lo alto y además enviaban el presente, un plato con trozos del cochino para obsequiar a aquellos familiares, amigos o vecinos que no podían estar presentes en el banquete.
Desconozco la veracidad histórica de lo expuesto por Martínez Pastor pero certifico lo del presente y la alegre algarabía que provocan las matanzas entorno a la elaboración de morcillas, longanizas blancas y colorás, morcones, blancos, butifarras, y todo un largo etc. Tanto que la matanza era capaz de generar folklore musical porque hasta allí acudía alguna cuadrilla de aguilanderos o de aficionados al trovo, quienes se desafiaban en abundancia de coplas improvisadas al rabo, las patas o a la cabeza del marrano.
Con razón escribe Luis Álvarez Munárriz, catedrático de Antropología, que es la fiesta profana más importante en la región. Y tanto, a juzgar por lo acaecido en Las Palas (Fuente- Álamo) un 8 de noviembre de 1905 cuando falleció un muchacho de 18 años de edad debido a una puñalada que le propinó otro de 17 cuando se disputaban el baile con una moza, durante el festejo por haber muerto el cerdo, según la prensa de la época.
Tampoco pueden faltar en estas fechas salazones, que debemos a los antiguos romanos, y que constituyen un exquisito bocado acompañados de habicas tiernas.
Retomando la repostería, que siempre ha sido de elaboración netamente casera hasta ahora, nuevamente reivindico, como ya hice en este mismo medio otro año, la organización de cursos prácticos sobre esta materia en distintos ámbitos como escuelas e institutos o asociaciones de mujeres. No debe perderse el placer de realizar con tus propias manos un patrimonio cultural edificado a lo largo de siglos.
Concluyo con los suspiros, un dulce que resulta de batir claras de huevos a punto de nieve a las que se añade azúcar. Las mujeres de los pueblos los preparaban para este tiempo junto a rollos, tortas escaldadas, pastelillos de cabello de ángel y el resto de la repostería ya mencionada más arriba. El maestro Álvarez, un músico militar residente en Cartagena, solía degustarlos en el café España, un local de la calle Mayor muy frecuentado entre finales del siglo XIX y comienzos del XX por sus amenas tertulias. De ahí el título del más famoso pasodoble de todos los tiempos: Suspiros de España, aunque muchos crean que tal título responde a la nostalgia patriótica de los emigrantes.
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