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ANÁLISIS

Hecho el negocio, asoma el hastío

CÉSAR GARCÍA GRANERO

Jueves, 18 de diciembre 2008, 09:56

L os Samper y Trujillo han iniciado la desbandada. Están hasta el gorro del Murcia. Hecho el negocio, asoma el hastío. Que Juan Guillamón sea presidente es lo de menos, porque sin dinero dará poco más que recados. Es el dueño de un cargo, pero no del dinero: ostenta el puesto, no la plata. Evidentemente, va a tener poco margen de maniobra, no porque no sea un hombre hábil, sino porque obra con pasta ajena. Le han dicho que manda y puede ser cierto, pero sin dinero ¿qué decidirá? Eso tiene un nombre: le han dado plenos poderes, pero no libertad de movimientos.

Por eso, consumada la cobardía, al menos se exige premura. Por eso tras la desbandada, urge la venta para no caer en un inmovilismo que lleve al Murcia al abismo.

Con la posible marcha de Trujillo y la desbandada de los Samper los todavía dueños del Murcia han creado un problema y se lo han pasado al Ayuntamiento, obligado ahora a buscar incentivos para que alguien quiera hacerse cargo de la entidad. El club no es rentable por sí mismo, sólo es el señuelo, por eso hay que ofrecer algo más para que alguien lo compre.

Es el problema del acuerdo entre Trujillo y Samper y el Ayuntamiento de Murcia, que firmó un convenio con ellos que garantizaba la viabilidad momentánea del club, pero se olvidaba de la futura. La consecuencia es ésta: hecho el negocio, sus dirigentes se quieren ir. No les interesa seguir. Y están en su derecho porque nada los obliga, pero es una irresponsabilidad que lo quieran hacer en medio de la borrasca. Ellos se van, pero aquí se queda el desastre. ¿Por qué no lo hicieron en verano?

El color de una dimisión viene marcado por el instante en que se produce. Por eso no hay posibilidad de ver la desbandada con benevolencia: la huida se produce en el peor momento.

Murcia se queda con un estadio, Samper y Trujillo con los bolsillos hinchados como mofletes. Ése fue el trato y ahí cumplieron. Su descalabro como dueños del club es deportivo, no de otra índole.

El fracaso de Samper como presidente del Murcia es absoluto. Samper ha sido un formidable hombre de negocios y un pésimo presidente. Es cierto que durante su mandato ha higienizado la imagen del club, que ahora es más serio, menos verbenero, pero el dinero ha corrido torrencial y ha sido incapaz de aprovecharlo. De nada sirve estar un año o dos con la aristocracia del fútbol español si ahora el equipo se despeña a Segunda B. Ha presidido en la distancia, no ha confraternizado con la masa social, no ha modernizado la estructura del club y ha dejado decisiones importantes en manos de quienes no sabían tomarlas. Su gran problema no ha sido la falta de dinero, sino tener dinero y no saber invertirlo.

El resultado, un desastre.

Ahora se va Trujillo, dimiten los Samper, el consejo se agrieta y el Murcia queda laminado, dando barquinazos sobre el césped y huérfano en los despachos.

Claro, no habrá fichajes. A los todavía dueños del Murcia no les interesa invertir un solo euro más. Han cerrado el grifo y no descartan incluso acudir a la Ley Concursal. El final es triste y llega en medio del huracán.

El club necesita a alguien y lo necesita ya. Es igual que al Murcia acuda alguien de dentro o fuera, de aquí o de allá, alto o bajo, guapo o feo, lo importante es que entienda de fútbol. Es decir, tiene que ser distinto a Trujillo y Samper.

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