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DANIEL LEGUINA
Miércoles, 29 de octubre 2008, 10:33
«He tratado de honrar a los verdaderos protagonistas y ponerle nombre y apellido a la gente que aparece en los cuadros de Goya». Con esta frase resume Arturo Pérez-Reverte (Cartagena, 1951) su último libro, Un día de cólera, en el que relata lo ocurrido en Madrid el dos de mayo de 1808 durante el levantamiento contra las tropas de ocupación francesas. «Cuando era estudiante nos decían que la Guerra de Independencia la originó una España solidaria que se alzó el dos de mayo contra el invasor francés, una España unida, grande y libre, con los militares Daoíz y Velarde guiando al pueblo... Con el tiempo comprendí que no fue así: se produjo un estallido de cólera popular de las clases bajas, mientras los aristócratas y los militares se quedaban en casa», dijo ayer el escritor murciano, que participó en los Diálogos literarios que coordina el profesor José María Pozuelo Yvancos, dentro de la Semana Grande de Cajamurcia. Según Pérez-Reverte, «fueron los marginados, que eran cuatro gatos -de 60.000 habitantes de Madrid se echaron a la calle unos 4.000-, quienes se sublevaron, y sólo a partir del día siguiente la revolución fue tomando forma. El dos de mayo que le vendieron a mi generación era falso y yo he querido devolver el protagonismo a los cuatro mataos que lucharon, no por la patria, la religión o una idea de España, sino porque los franceses les estaban jodiendo la vida: no les pagaban en las tabernas, provocaban a las mujeres... Los protagonistas de aquel día fueron pescaderos, vinateros, putas, mendigos...». Retratos Un día de cólera son muchos retratos y un recorrido por las horas que aquellos madrileños -«de clase baja, la chusma de la época»- vivieron, muchos para no contarlo, en su rebelión contra el invasor. Pérez-Reverte pasó días enteros escarbando en los archivos, examinando fichas y rastreando nombres, completando un intrincado y peliagudo trabajo de documentación: «Escribir una novela es como enamorarse: al principio lo quieres saber todo sobre la persona a la que amas. La ilusión de la novedad, la búsqueda de expedientes, viajar a los lugares donde se desarrollan los hechos, recorrer los sitios... todo esto se convierte en un desafío fascinante. Una novela es un pretexto para leer mucho sobre un tema que te interesa, y para escribir Un día de cólera me sumergí en las calles de Madrid, con planos de la época, con libros de viajeros de entonces, textos de gastronomía, de costumbres... Fue muy divertido y enriquecedor, sin duda es la mejor fase de un libro porque te hace reflexionar; escribir es más árido y monótono». El autor, no obstante, aclara que con los franceses otro gallo hubiera cantado: «Cuando uno mira atrás se da cuenta de que la gente salió a luchar de una manera admirable por una causa absolutamente equivocada: nos hubiera ido mejor con los franceses. La tragedia de los intelectuales de la época -Goya, Moratín...- es que sabían que Francia era el futuro, la manera de romper con una España corrupta, pero al mismo tiempo veían cómo mataban a sus compatriotas. Yo no hubiera luchado contra los franceses aquel día con lo que ahora sé, pero si matan a tu vecino, cómo no vas a pelear. Fue un conflicto terrible del que España no se ha recuperado». Sangre fría ¿Y la crisis? «He vivido toda mi vida en lugares con crisis de verdad, donde la gente no tenía ni para comer, donde las chicas se prostituían por un paquete de cigarrillos. Cuando conoces sitios así y te acuestas sin saber qué va a ser de ti al día siguente, te tomas la vida con más sangre fría. Vivimos una crisis más y saldremos adelante». Sobre la clase dirigente, Pérez-Reverte afirma que «los políticos han hecho de España su propio negocio, y la generación actual de gobernantes no ha trabajado en su vida y no ha leído nada porque no lo ha necesitado. Empiezan en las juventudes de su partido y van escalando posiciones a base de chupar botas, por no utilizar otro término. Ya no hace falta leer a Balzac o Dostoievski, sólo ser un buen chico dentro del partido. Los que están en el poder no han abierto un libro en su puta vida, y cuando llegan los conflictos no tienen el conocimiento para afrontarlos, y les ves correr como patos mareados en mitad del caos diciendo estupideces y simplezas». El autor de Territorio comanche se refirió también a la Ley de Memoria Histórica: «Es un error. Abrir la fosa de Lorca no conduce a nada, a lo mejor pienso así porque he visto fosas de verdad. Es un arma de doble filo: empiezas a cavar y ya no sabes lo que puedes sacar. Desenterrar fantasmas es muy peligroso, sobre todo después de haber logrado la convivencia pacífica en este país. Es legítimo que los familiares quieran los restos de los suyos, pero que el PP, la UGT, la Iglesia o la puta que parió a Mariano capitalicen a los muertos me produce terror».
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