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CÉSAR GARCÍA GRANERO
Domingo, 21 de septiembre 2008, 15:06
El Murcia no está solo, pero sí desabrigado. No tiene el calor del público, pero lo tuvo: es decir, lo ha perdido. Se retira siempre entre silbidos. Ayer, tras otro ejercicio desconcertante, también entre pañuelos. El grado de protesta ha subido un peldaño. La temperatura ambiente es fría y desangelada porque el Murcia carece de todo lo que hace el fútbol ameno, empezando por el gol, que hace a un equipo efectivo; y siguiendo por la técnica, que lo hace entusiasta. Canta la alarmante falta de destreza del equipo, que no tiene ni la habilidad indispensable; como canta la falta de brío. Nadie da un golpe en la mesa. Nadie reacciona. Ante Las Palmas el Murcia llegó al final igual que al principio: tranquilo, ajeno al resultado, dando por bueno el punto. Es decir: el Murcia parece despeñarse en paz consigo mismo, eso es lo peor.
Y es que al equipo le sigue faltando mordisco. No enseña los dientes. La mandíbula de este Murcia se queda en el banquillo. Es la de su entrenador, Javier Clemente, que no ha logrado transmitir a sus jugadores el carácter incandescente que lo distingue. Así que el Murcia, con Capdevila a la derecha, Bruno en el centro e Iván Alonso en ataque, fue incapaz de hostigar, de molestar un poco al rival, que vivió un partido apacible, sin más dificultades que las imprescindibles.
El Murcia de ayer fue sospechosamente parecido al Murcia de antes de ayer. Sigue in albis. La defensa es blanda -ayer algo menos-, el centro no crea y el ataque no marca: nadie cumple con su tarea. Da igual quien entre, que Clemente cambie el equipo cada semana. Esta plantilla vive inmune al cambio. No se inmuta.
Por eso el primer tiempo acabó en blanco. Un cabezazo lejano de Iván Alonso fue, más que lo mejor, lo único. El Murcia no se hizo querer y la grada no esperó: lo zarandeó con la primera pitada.
El mejor espejo
La estrategia es el mejor espejo de la falta de destreza de este equipo. El público protestó al descanso, pero se desesperó antes porque los córners del Murcia se van fuera y las faltas siempre alto. Son pura guarnición, nada importante. Aquino es el único capaz de feriar el juego pero está en el banquillo, condenado a ser un jugador de segundas partes. Inexplicable.
Ayer salió en la segunda y su pierna fue otra vez lo más apetitoso, junto a la cabeza de Iván Alonso, que mandó un balón al larguero en el arranque. Alcaraz, antes, y Clemente, ahora, están empeñados en convertir al uruguayo en un goleador a toda costa. Llueva o truene. Es curiosa su relación con el banquillo. Los fichajes lo colocaban en segunda fila, pero ha acabado en primera. Sigue sin marcar, pero al menos incordia. Eso no se puede decir de Sikora y Despotovic, que no marcan y tampoco se hacen notar. Han sido falsos titulares, peores que el uruguayo. Hasta tal punto están decepcionando que Clemente no les obsequió con la limosna del segundo tiempo. Ayer entraron Aquino, Montoro y Cuéllar, no ellos.
El equipo siguió empantanado y sólo Las Palmas llevó peligro, esta vez bien desbaratado por Elía. Como no hay intensidad, los finales del Murcia parecen principios. Los partidos languidecen vagos, sin chispa y sin tensión. Se juega al margen del resultado. Ni siquiera Clemente sale del banquillo a encabritar un poco. Ayer no se le vio la coronilla en todo el segundo tiempo. O da por bueno lo que tiene, lo cual es inconcebible, o se resigna, lo cual es desalentador.
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