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ONDA DEVASTADORA. Estado en el que quedó ayer la casa cuartel del pueblo alavés de Legutiano tras recibir el impacto de la explosión. / VINCENT WEST-REUTERS
ETA mata a un guardia civil al querer volar una casa cuartel en Álava
ATENTADO TERRORISTA EN ÁLAVA UN COCHE BOMBA PREPARADO PARA UNA MATANZA

ETA mata a un guardia civil al querer volar una casa cuartel en Álava

Los terroristas hicieron estallar sin previo aviso una furgoneta cargada con más de cien kilos de explosivos En la residencia militar alavesa, que quedó casi destruida, dormían 29 personas, cinco de ellas niños

MELCHOR SÁINZ PARDO

Jueves, 15 de mayo 2008, 10:02

ETA intentó volar ayer el cuartel de la Guardia Civil en la localidad alavesa de Legutiano con todos sus agentes dentro. Sin previo aviso, hizo estallar en torno a las 3.00 horas de la madrugada una furgoneta cargada con unos cien kilos de explosivos. La deflagración sepultó al guardia Juan Manuel Piñuel Villalón, de 41 años, que perdió la vida bajo los escombros. Otros cuatro agentes (dos hombres y dos mujeres) resultaron heridos.

La organización terrorista buscaba una masacre. La onda expansiva del potente artefacto, cuyo estallido se oyó a más de tres kilómetros de distancia, destruyó casi la mitad del edificio en el que en esos momentos dormían 29 personas, incluidos cinco niños. Sólo un milagro, aseguran los agentes que sobrevivieron al atentado, evitó que ETA reeditara ayer matanzas como las de las casas cuartel de Vic o de Zaragoza.

Las tres de la madrugada del miércoles sorprendieron a Piñuel Villalón, que a su muerte deja viuda y un huérfano, de guardia en un edificio de vigilancia anexo al cuartel. Destinado apenas hace dos meses en el País Vasco, su cometido era controlar las pantallas que recogían en directo imágenes del perímetro de las instalaciones militares de Legutiano, a 15 kilómetros de Vitoria.

Era la única persona despierta a esas horas en el cuartel, el único que pudo ver a través de las cámaras cómo unos desconocidos abandonaban a la carrera una furgoneta Citröen Berlingo de color rojo a pocos metros del cuartel, en el arcén de la carretera N-240 que pasa por delante del edificio. De inmediato llamó a la Central Operativa de Servicios para alertar de la presencia de un vehículo sospechoso aparcado frente al recinto y cuyos ocupantes se habían dado a la fuga en un Peugeot 306.

No tuvo tiempo para nada más. La furgoneta, que transportaba un artefacto cebado con entre 100 y 300 kilos de explosivos, según las primeras estimaciones de los expertos, estalló mientras Piñuel Villalón hablaba al teléfono con sus compañeros y trataba de comprobar si la matrícula del vehículo (5945 FMC) era doblada.

La onda expansiva, que arrancó postes de luz y árboles de cuajo, alcanzó de lleno a una garita y al edificio de vigilancia, que se convirtió en un amasijo de escombros bajo el que quedó atrapado el guardia civil.

A medio kilómetro

La explosión afectó a 15 vehículos aparcados en las inmediaciones e incidió de pleno en la parte central del edificio militar, que se derrumbó sobre el patio. Todas y cada una de las ventanas, puertas y techos de la casa-cuartel saltaron por los aires. La deflagración provocó grietas en muros de carga del tamaño de un puño y un socavón en la calzada de tres metros de diámetro.

Fue de tal calibre que los agentes recuperaron restos del coche bomba a casi medio kilómetro de distancia, en las orillas del cercano embalse de Urrunaga. Pedazos el motor fueron encontrados a 200 metros del foco.

La lluvia de cascotes enterró al sargento del acuartelamiento, José Javier Cabrizo, y a dos agentes más (un hombre y una mujer) que dormían en la parte delantera del edificio. La fortuna quiso que la mayoría de los dormitorios estuviesen ubicados a las espaldas del cuartel y que el edificio se encontrara a un kilómetro del pueblo; si no, los daños personales hubieran sido mucho mayores.

Los guardias sepultados lograron liberarse por sus propios medios, pero el sargento no. La Ertzaintza movilizó equipos de rescate de alta montaña y unidades caninas para poder socorrer al superviviente y recuperar el cuerpo de Piñuel Villalón.

Los efectivos policiales y los bomberos tuvieron que apuntalar primero el edificio para poder trabajar y escarbaron con sus propias manos para llegar hasta las víctimas. Necesitaron más de dos horas en liberar al sargento Cabrizo y casi tres para poder sacar los restos sin vida del agente fallecido. A las 06.00 horas de la madrugada, los bomberos dieron por concluido el operativo de rescate.

Los cuatro agentes heridos fueron visitados por el ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba; el secretario de Estado para la Seguridad, Antonio Camacho; el director general de Policía y Guardia Civil, Francisco Velázquez, y el consejero vasco de Interior, Javier Balza. El equipo de Rubalcaba, que viajó a Vitoria a las 8.00 horas en un avión militar desde la base de Torrejón, también visitó el cuartel de Legutiano.

Coche abandonado

Cinco horas después del atentado, efectivos de la Ertzaintza encontraron en una pista forestal del cercano puerto de Urkiola, en la frontera entre las provincias de Álava y Vizcaya, el Peugeot 306 que los terroristas habían utilizado en el primer tramo de su huida. Según fuentes de la lucha antiterrorista, los etarras trataron de quemar el coche para borrar huellas con un sistema incendiario que falló.

Los agentes de la Policía vasca, tras comprobar que el vehículo no contenía una bomba-trampa, entregaron el Peugeot a la Guardia Civil, que se ha hecho cargo de las investigaciones.

Dado el estado inhabitable en que quedó el cuartel tras el atentado, los guardias y sus familiares que vivían en Legutiano, asistidos en todo momento por cuatro psicólogos, fueron realojados en instalaciones del instituto armado en la vecina Sansomendi. Los técnicos de Interior señalaron que el edificio, de 50 años, sufre daños estructurales y dudan que sea posible rehabilitarlo.

Funerales

El funeral en memoria del guardia civil Juan Manuel Piñuel Villalón se celebrará hoy, a las 10.30 horas en la Catedral Nueva de Vitoria, informan fuentes del Ministerio del Interior.

Está confirmada, entre otras, la asistencia a las honras fúnebres de la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, y del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, así como de los altos mandos de la Policía y de la Guardia Civil.

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