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Martes, 29 de abril 2008, 05:25
Podría representar a la perfección el papel de héroe en cualquier película ambientada en el siglo XV en la que, además, el protagonista completara su faceta de guerrero con la de escritor. Como apunta José Guirao en su Antología de la literatura lorquina, Alonso Fajardo El Bravo «es un prototipo que encarna y personifica un momento histórico-literario-espiritual de aquella España del siglo XV, precisamente cuando los resabios feudales llegan a la cumbre y empiezan a ser empujados hacia abajo por el soplo renacentista».
Su vertiente literaria se hizo más que conocida a raiz de una carta que envió al rey Enrique IV, que fue el monarca que mandó hacerle la guerra en favor del que fue su primo y principal enemigo, Pedro Fajardo, Adelantado de Murcia (representante del rey en un territorio). La famosa misiva es aludida por historiadores como Cascales, Cánovas Cobeño el Padre Morote o Pío Tejera. Pero, ¿qué decía la carta? Más que decir, imploraba piedad al rey. No está en la petición la peculiaridad de la misiva, sino en la agudeza literaria. «A par de muerte me es escribir a vuestra señoria tan larga y tan enojosa escritura: mas como los fechos mios cada dia empeoran, ya la ira vuestra contra mi crece sin razón y justicia, me es forzoso decir claro a vuestra señoria el fin y determinación mia; y porque de ella no puedo huir mi corazón llora sangre, y por la pena y trabajo que mi alma recibe, me deseo la muerte».
La literatura fue su herramienta y su aliada. Poetas y escritores convirtieron las leyendas en realidad al trascribirlas a lo largo de los diferentes documentos históricos. Así, escribe Lope de Vega: «Si viérades a Fajardo, aquel de la cruz bermeja, aquel alcaide de Lorca, de quien tantas cosas cuentan, aquel que de ver su sombra, tiemblan los moros de veras».
De Alonso Fajardo se desconoce su fecha de nacimiento. Hijo de Gonzalo Fajardo, contrajo matrimonio con María Piñeiro, hija de Martín Fernández Piñeiro. Precisamente fue su suegro el que lo nombró caballero en el año 1435 ante los muros de la fortaleza de Xiquena que en esos momentos estaba siendo asediada. Su enorme personalidad lleva a Fajardo a desempeñar a la perfección el papel de prototipo de caudillo ambicioso de finales de la Edad Media.
El buen soldado
Sucede a su padre político y es nombrado alcaide de Lorca, Adelantado de Frontera y Regidor de Murcia. Dos capítulos son los más importantes en su trayectoria: la Batalla de los Alporchones contra los granadinos el 17 de marzo de 1452; y los enfrentamientos con su primo Pedro Fajardo al considerarse Alonso Fajardo con toda la potestad para ocupar el Adelantamiento. Hasta tal punto consideraba ese derecho, que en marzo del año 1444 amenaza con ocupar la capital.
Su «madera de buen soldado, robusto, entero de aspecto y contextura imponentes, y dotado de extraordinario vigor», como cita Juan Torres Fontes, no le fueron suficientes para derrotar las tropas del rey Enrique IV en el último reducto del lorquino, Caravaca. «Doy autoridad y facultad y poder cumplido al Adelantado Pedro Fajardo para que por su persona y con aquellas gentes de caballo y de pie que él entendiere que cumple, vaya conta el dicho Alonso Fajardo», escribía el monarca.
El 7 de diciembre de 1461, las fuerzas reales toman Caravaca y acaban con Alonso Fajardo, pero no con su leyenda. «O rey virtuoso, soy en todo desesperación; soez cosa es un clavo y por él se pierde una herradura, y por una herradura un caballo, y por un caballo un caballero, y por un caballero una hueste, una ciudad y un reino». Desde el año 1946 da nombre a una calle en Lorca.
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