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ALICIA NEGRE
Sábado, 9 de febrero 2008, 11:23
Cualquier sitio es válido para levantar una clínica dental, incluso un locutorio. Una butaca de plástico, un flexo y unos cuantos útiles son el único equipo necesario para adentrarse en el amplio universo de la odontología. Y forrarse. O al menos eso es lo que deben haber pensado los dentistas clandestinos que, gracias a grabaciones secretas, han sido desenmascarados por el Colegio Profesional de Ondontólogos de Murcia. Una decena de ellos se ven ya la cara con la Justicia.
H.A., es ecuatoriano y residente en Madrid. Aun así, viaja a Murcia una vez al mes con el único fin de pasar consulta en una clínica clandestina que ha organizado en la trastienda del locutorio Geomil Express, localizado en el murciano barrio del Carmen. La propia recepcionista invita a María, la mujer cebo, a acceder a la sala. En su interior, apenas cabe todo el material: una silla de plástico blanco reclinable, una lámpara de pie y un mostrador donde se acumula el utilitario. La esterilización brilla por su ausencia.
H.A. invita a la mujer a recostarse en la silla y, sin hacer uso todavía de los guantes, inicia una inspección bucal. «Es que yo llevaba puesto un puente ahí, pero se me cayó», explica desenvuelta María. El falso dentista asiente y le ofrece un presupuesto: 270 euros. Ella acepta y él comienza a preparar la pasta para tomar las impresiones. Lo hace sobre un mostrador desordenado y repleto de utensilios de muy distintos usos. Tampoco utiliza guantes.
Tras tomar la muestra, H.A. emplaza a María a que acuda nuevamente a su consulta transcurrido un mes, en su retorno a la capital murciana. «Le dejo cincuenta euros entonces de depósito», pregunta la mujer; «No, tiene que dejarme un poco más».
«Una carnicería»
Multitud de estos dentistas clandestinos se han establecido en la Región para ejercer su actividad al otro lado de la ley. J. A. B., también ecuatoriano, ofrece una amplia gama de servicios de odontología en un cuarto piso de Molina. P.A.G. hace lo propio en un taller de prótesis que posee en la capital murciana. La lista es larga y no cesa de crecer. Sin embargo, todas esta clínicas tienen algo en común: la clandestinidad en la que operan y los peligros que entraña su utilización.
El presidente del Colegio de Odontólogos de Murcia, Óscar Castro, está preocupado por el creciente intrusismo en el sector.
El Colegio comenzó su investigación a raíz de las múltiples denuncias transmitidas por pacientes. «La gente más desfavorecida económicamente es, como siempre, la que termina pagando el pato», alerta Castro, «te hacen una verdadera carnicería, finalmente hay que ir a un dentista de verdad y lo barato termina siendo caro».
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