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IGNACIO TYLKO
Jueves, 7 de febrero 2008, 02:02
Un balón suelto que aprovechó Capdevila a diez minutos del final permitió a España tumbar a la rocosa Francia en un partido poco vistoso en el que apenas hubo peligro porque, sencillamente, los dos jugaron a no perder. El triunfo marca el decimotercer partido de la selección sin conocer la derrota, supone un impulso anímico para la Eurocopa, da un argumento más a Luis para creer en estos hombres y en sus ideas, pero no debería desatar la euforia. En realidad, los duros, experimentados y viejos franceses no crearon apenas ocasiones, pero supieron desactivar a los jugones españoles. Ganó España porque estuvo firme y no se descompuso, pero también porque esta vez salió cara y el remate final de Benzema, en la única pero imperdonable distracción de la zaga hispana, se fue al larguero. No se pueden conceder ocasiones así cuando el partido está finiquitado porque en la Eurocopa, seguramente, será otra historia.
Una atmósfera contaminada oscureció el triunfo. Los rumores sobre el futuro de Aragonés marcaron otra absurda jornada en el devenir de selección y Federación. Distrajeron a la gente, casi más pendiente del banquillo que del partido en el que España jugó de amarillo Vaticano, un color que no quiere ver ni en pintura el supersticioso seleccionador, y Francia de rojo y azul. La indisposición a última hora del Bojan, cuyo debut hubiera supuesto un récord de precocidad y abierto otra puerta a la esperanza, también restó interés. La lesión mediada la primera parte de Fernando Torres, al que se esperaba con deseo para ver sí ha progresado tanto como parece en el Liverpool, fue otro golpe al espectáculo.
Con miedo
Con el antecedente del Mundial de Alemania todavía cercano, España salió a jugar con enorme respeto, por no decir miedo. A diferencia de Hannover, Luis colocó al inactivo Albelda de pivote defensivo. Como el valencianista sólo tenía que mantener la posición, meterse casi como un tercer central y tocarla en corto, no acusó aparentemente su paro forzoso en la hora en que volvió a sentirse futbolista. Por delante, los tocones, Riera y sólo un punta, primero el Niño y luego Güiza. Cuando entró Villa en la segunda mitad, se colocó por detrás, bien en la izquierda o como enlace. Repetía así el de Hortaleza el dibujo con el que España brilló en los últimos partidos de la clasificación.
La primera premisa era evidente. Consistía en evitar el contragolpe de los franceses, que acusaban la baja de Ribery y se plantaron con tres armarios en el eje del centro del campo como Toulalan, Vieira y Lassana Diarra. Su técnica es limitada, pero pasar entre ellos es misión casi imposible. O se toca muy rápido, la gente se ofrece y la movilidad sin balón es constante, lo que no ocurrió ni por asomo en La Rosaleda, o no hay manera. Además de fornidos, los de Domenech son expertos competidores que saben plantarse en el césped e intimidar al rival. Cuestión muy distinta es saber desplegarse al ataque.
Salvo un remate de Anelka que desvió Casillas, España no sufrió en la primera mitad. A cambio, se mostró incapaz de imponer su juego, de acercarse a Coupet. Iniesta, desubicado a la derecha, Xavi y Cesc, nunca se encontraron a gusto. Se quitaron espacios y se vieron cortocircuitados por los franceses, perfectos en la presión. No pudieron exhibir los de Aragonés su mayor versatilidad. Hasta el descanso, sólo reseñar un golpe franco de Xavi contra el exterior de la red.
En la reanudación, Luis cambió fichas pero no el planteamiento de la partida. Ángel, Pablo y Villa entraron en lugar de Sergio Ramos, Marchena -ambos tocados al principio de la concentración- y un desdibujado Riera. El partido, cada vez más aburrido, moría lejos de las áreas hasta que Capdevila, ya indiscutible para Luis en el lateral izquierdo, lo arregló en el único despiste de los galos. España le devolvió la moneda al borde del final, pero el emergente Benzema cabeceó al travesaño y poco después apareció Iker. Curiosamente, parte de La Rosaleda lo festejó al grito de Raúl, aunque al final más de 30.000 gargantas corearon a Iker.
Bojan se cae
Bojan Krkic se quedó sin debutar con la selección absoluta en La Rosaleda malagueña. Una indisposición impidió al canterano culé ser el jugador más joven en vestir la roja. Los médicos del combinado nacional decidieron que el delantero nos e vistiera de corto debido a que Bojan salía de una gastroenteritis.
De esta manera, Luis Aragonés no pudo probar a Bojan con los mayores. El técnico tenía intención de darle entre veinte y treinta minutos para que el ilerdense se fogueara. Además, el partido contra Francia tenía que servir para evitar que Serbia pueda convocar al jugador. Bojan tiene la doble nacionalidad y, según la legislación de la FIFA, un futbolista puede elegir su selección hasta los 21 años.
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