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CÉSAR GARCÍA GRANERO
Lunes, 21 de enero 2008, 10:38
Este Murcia no rompe una quiniela. Se encontró a un rival irreconocible, hecho un flan y más hormonal que delicado, y terminó en puestos de descenso. El Zaragoza de Garitano mereció perder y acabó goleando. ¿Por qué? Tuvo enfrente a un rival igual de irreconocible, que visita a los equipos moribundos con espíritu franciscano, sin ánimo de molestar. Al Murcia de Alcaraz se le ha caído la virtud que le salvó al principio: su defensa hercúlea. Basta que el rival apriete un poco para que se le aflojen todas las tuercas. Una semana antes lo hizo el Barcelona y ayer el Zaragoza, que se fue al descanso con un triunfo que no merecía y al final con una goleada que no esperaba. El Murcia se ha partido por la mitad. Alcaraz quiso recomponer la situación, darle peso al centro del campo con dos estrenos, el de Rosinei y Dani Aquino, pero debutaron en un escenario poco próspero: con el marcador ya en contra y el equipo en puestos de descenso. Tener un buen debut en ese teatro de operaciones no estaba al alcance de la mano, pertenecía al milagro y no a la lógica. Así que no hubo arreglo ni milagro. Lo más preocupante no es que el Murcia acabe en descenso, es que no remata a puerta. El equipo no tiene personalidad ni reflejo. Se mira al espejo y no se ve. Alcaraz tiene una semana para darle otra cara. De su capacidad para hacerlo dependerá que el Murcia salga o no de su primera crisis.
Y eso que empezó el partido con la grada hecha un mar de silbidos y el portero César un mar de nervios. Garitano se vio en una situación comprometida y planteó un partido brusco y poco adamado, con entradas fuera de ley y una personalidad nueva y ceñuda, inencontrable en el Zaragoza de Víctor Fernández. No se aprovechó de ello el Murcia, que le regaló al Zaragoza una victoria que el Zaragoza no había buscado. No estuvo nunca el rival del Murcia cerca del gol, pero le acercó De Coz, que se trabó en un despeje y dejó a Oliveira solo y con balón, lo que más le gusta y mejor maneja. El gol era un premio injusto a un planteamiento colmillero, el del Zaragoza.
Se disparan las alarmas
Sin jugar bien el Murcia había jugado mejor, pero se vio perdiendo y le entraron todas las alarmas. Entró el encuentro en una fase con más despejes que pases. Mal síntoma porque el Murcia necesitaba acercarse a César, un portero que convertía en duda todo lo que tocaba.
Tuvo un amigo inesperado: el propio Murcia, que dejó de rematarle en la segunda parte, cuando más le hacía falta. Encontró el Zaragoza entonces a dos delanteros enormes. Están tan por encima de todo lo que tienen por detrás que obligan al Zaragoza a prescindir de piernas: necesita que el balón les llegue, da igual cómo. Eso hizo que el Zaragoza matara el partido sin marear la perdiz, en otros dos zarpazos. Milito se encargó de ello y el Murcia dijo adiós.
El gol de Iván Alonso al final es pura anécdota porque llegó sin tiempo para la hazaña. El Barça cocinó la primera crisis del Murcia y el Zaragoza la abrió. El equipo de Alcaraz cae por vez primera a puestos de descenso y necesita recuperar talla en el centro y peso en ataque para escapar de la quema. Tendrá que hacerlo ante el peor del campeonato hasta ahora, el Levante. La situación y el rival no dejan espacio el domingo para otra cosa que no sea la victoria, lo contrario sería un descalabro.
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