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A. S.
Lunes, 3 de diciembre 2007, 01:58
El maestro Muñoz Barberán tuvo tiempo ayer para dar una larga despedida a ese espacio urbano lorquino que tantas veces llevó a sus cuadros, la plaza de España. La casualidad, el destino, o vaya usted a saber qué, provocó un plantón del féretro ante la colegiata de San Patricio, porque hubo que esperar a que finalizara la misa dominical para poder acceder al templo y rezar el responso.
Esa circunstancia propició ese más largo encuentro de lo previsto entre el artista que nos abandona y la imagen que con tanta prodigalidad, «por su luz y el color de las piedras», como él decía cuando se le sorprendía tomando apuntes, ha difundido por esos mundos que ocupan sus cuadros.
El pintor, el escritor, el blanco, el lorquino, en suma, rodeado de su familia y varias docenas de amigos se despidió, así, con sosiego, sin prisas de la ciudad que tanto amó y de la que es Hijo Predilecto.
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