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PEPA GARCÍA
Viernes, 23 de noviembre 2007, 01:45
Entre el cambio climático, el agotamiento de las energías fósiles y los recursos de la naturaleza, no resulta ni difícil ni descabellado deducir una vuelta de la humanidad a las cavernas en un futuro más o menos lejano. Richard Humann (Nueva York, 1961) considera ese regreso a los orígenes primitivos un hecho constatado y La Bodega, espacio dedicado a los artistas emergentes, de La Casa Pintada de Mula cierra el ciclo expositivo de este año con una instalación, inaugurada ayer, en la que el artista neoyorquino lanza esta reflexión.
La muestra, que permanecerá abierta hasta el 8 de enero, es una reflexión del artista -que «no pretende ser moralista», advierte el propio Humann- sobre ocho elementos que considera básicos en la evolución del ser humano desde la época de las cavernas hasta el presente -y quizá el futuro- y la naturaleza circular de la vida. La producción artística de Humann incide una vez tras otra en la reflexión de que «el hombre no avanza, porque la vida es un ciclo y siempre acabamos volviendo a los orígenes, por eso debemos estar atentos a lo que nos rodea -la naturaleza, las culturas y los países- y conservarlo», aclara Richard Humann.
Un ciclo sin fin
Bajo el título de Revolutions, Richard Humann (Suffern-Nueva York, 1961) realiza para La Bodega una instalación en la que a base de cientos de diapositivas y ocho proyectores -máquina que Humann considera baja tecnología, porque pertenece a los sesenta del pasado siglo- reproduce sobre las paredes de La Bodega la transformación de las armas, los hogares -cocina o fuego en torno al que se desarrollaba la vida familiar-, la luz, los animales, la comida, la rueda, la vivienda y las herramientas a lo largo de la historia de la humanidad. Así, la piedra, como herramienta, se transforma en martillo para llegar a convertirse en grapadora de carpintero y volver a los orígenes convertida en piedra; la antorcha se transmuta en bombilla; la caverna evoluciona hasta el rascacielos; el lobo muta a caniche enano; la rueda pasa de ser una piedra a una rueda de tren; la comida transmuta de vaca a chuletón servido en el plato; la lanza se transforma en misil nuclear; y el fuego del hogar se queda en lámpara de aceite. Un proceso siempre cíclico y que devuelve los distintos elementos a sus orígenes primitivos para iniciar de nuevo el camino de la evolución.
Así, Richard Humann une el más remoto pasado al presente en unas evolución que él considera revolución, porque considera que todas estas evolucionadas herramientas ponen de manifiesto una futurible vuelta del hombre a un pasado casi primitivo. Del mismo modo, el pasado y el presente se ponen de manifiesto en la instalación, en la que las imágenes iniciales representan el arte rupestre -la manifestación artística más antigua de la que se tiene conocimiento- y las más evolucionadas simbolizan el arte contemporáneo del graffiti, y en el propio espacio expositivo, una antigua bodega que sirve de contenedor para las manifestaciones artísticas más actuales.
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