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P. W. R.
Domingo, 4 de noviembre 2007, 12:19
Los cuerpos del sacerdote José Cánovas Martínez, párroco de Santiago, y de los cinco Hermanos de La Salle, Ovidio Bertrán, Lorenzo Santiago, Luciano Pablo, Hermegildo de Lorenzo y Estanislao Víctor, podrían ser exhumados en breve de los pozos de las minas de azufre donde se encuentran. La petición tiene previsto realizarla la Vicaría Episcopal de Lorca, según anunció el vicario José Antonio Abellán en declaraciones a La Verdad. «Queremos intentar recuperar sus restos mortales», señaló Abellán, para añadir que «nuestra intención es que reciban cristiana sepultura».
Sobre el lugar donde podrían finalmente reposar estos seis mártires lorquinos, o que han tenido que ver de forma directa con Lorca, sería ¯según Abellán¯ «la iglesia de Santiago, ya que el sacerdote José Cánovas, era precisamente párroco de ese templo, aunque la decisión final es del Obispo de la Diócesis».
El que fuera sacerdote de Santiago y los cinco Hermanos de La Salle fueron beatificados el pasado domingo, día 28 de octubre, en el transcurso de una ceremonia litúrgica celebrada en la Plaza de San Pedro de Roma. Todos ellos fueron martirizados en Lorca el día 18 de noviembre de 1936.
En los próximos días está previsto que se lleve a cabo en la iglesia de Santiago una Misa Solemne de Acción de Gracias por la beatificación de los seis, según José Antonio Abellán, quien explicó que estaba prevista una peregrinación a Roma que finalmente no se produjo. «El párroco de Santiago estuvo organizándola, pero al final no se produjo, es por lo que queremos celebrar una misa de acción de gracias».
La iglesia de Santiago, en unión con el resto de parroquias, ha elaborado estos días un tríptico con motivo de la beatificación de los mártires. En él, aparece la fotografía de José Cánovas Martínez acompañada de su biografía. También aparecen detalles de los momentos previos a su martirio en compañía de los cinco Hermanos de La Salle.
El que fuera párroco de Santiago era natural de Totana en donde nació en 1894. Toda su vida de sacerdote desde 1921 a 1936 la pasó en la Parroquia de Santiago Apostol de Lorca. Primero fue coadjutor de su hermano Francisco, párroco de esta iglesia. Más tarde, pasó a ser cura regente de Santiago. El 3 de agosto de 1936 fue encarcelado.
El 18 de noviembre de ese mismo año, cinco milicianos mandados por un tal Avelino, le hacen subir en un camión junto a los cinco Hermanos de La Salle, Ovidio, Lorenzo, Luciano, Hermegildo y Estanislao, que estaban con él en la cárcel. Les llevaron, atados unidos unos a otros, hasta el coto minero en donde estaban las minas de azufre. Después de despojarles de cuanto llevaban, les colocaron en fila mientras ellos rezaban con fervor.
Poco después, eran matados, fusilados. Sus cuerpos fueron arrojados a uno de los pozos, del que pocas referencias existen en cuanto a cuál se trata, ya que la zona está plagada de éstas bocas.
De los Hermanos de la Salle poco se cuenta de su biografía, sólo se asegura que llevaban el colegio del Carril de Caldereros, como ahora lo hacen las Mercedarias o antes, las Hijas de la Caridad en San Francisco.
Una cruz blanca
Años después, en la boca de las minas de azufre se colocó una cruz de color blanca encima de una fría lápida de mármol. En ella, aparecía la siguiente inscripción: A la memoria de los Hermanos de La Salle, aquí martirizados el 18 de noviembre de 1936. Hace algunos años la cruz fue retirada de su lugar de origen y llevada al cementerio de San Clemente.
La inscripción se encuentra en la calle principal del camposanto a un lado de la capilla de San Clemente. En ella, aparecen casi a diario flores frescas, que depositan los fieles. A unos metros, hay otra cruz de similares características dedicada a los Hermanos de las Escuelas Cristianas.
En los pozos de las antiguas minas de azufre no queda ninguna inscripción que recuerde lo ocurrido aquel día de 1936. Sin embargo, son muchos los que aún se acercan por el lugar, como lo hacían muchos de los niños que asistían a las escuelas de los Hermanos de La Salle. Iban de excursión a aquel paraje y rezaban por los hermanos que yacían en el lugar, como recuerdan, todavía, algunos de aquellos antiguos alumnos.
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