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JESÚS FERRERO
El 'pisito' de Valcárcel y la 'preocupación' del concejal
LA TRIBUNA DE 'LA VERDAD'

El 'pisito' de Valcárcel y la 'preocupación' del concejal

ENRIQUE MÁXIMO GARCÍA

Viernes, 5 de octubre 2007, 02:48

En 1958, Marco Ferreri se adelantó al problema de las soluciones habitacionales con su inolvidable tragicomedia fílmica El pisito. En ella, José Luis López Vázquez, Mary Carillo y Mª Luisa Ponte, entre otros, se disputaban la herencia inmobiliaria de una pobre anciana con todo tipo de disparatadas propuestas. Y ello, en una España empobrecida por las secuelas de la Guerra, a las puertas de la llegada de las suecas y del desarrollismo de los tecnócratas del Opus.

Este pisito y tantos como él, cuya posesión supuso puñaladas, tragedias fingidas, matrimonios imposibles e innumerables argucias producto del hambre y la picaresca, décadas más tarde, se ha trocado, por azares de la nueva economía, en pintorescas, por no decir insultantes, soluciones que vienen dando que hablar por todas partes del arco iris político.

Si unos venden el humo de los treinta metros cuadrados, con el reclamo añadido de la subvención electoral, otros, aparte de lo turbio de la Senda de Granada (¿nos enteraremos algún día de la realidad del hallazgo?), nos dicen que han modificado a su antojo, porque pueden, los planes de edificabilidad ya aprobados años atrás. Nos referimos, como es evidente, al edificio que ha remodelado la cooperativa de la que es miembro el excelentísimo presidente de nuestra Comunidad.

Lo divertido del caso es que, con independencia de las argucias legales o influencias que hayan podido manejarse en el aumento del volumen edificable o en las alturas del inmueble, lo que más le ha preocupado al concejal socialista, Marcos Ros, siguiendo dictados superiores, es, parece ser de lo leído, el gravísimo atentado al patrimonio histórico-artístico, sobre todo en un entorno que perdió tal calificativo hace mucho para convertirse en el peor de los posibles: feo, irrecuperable y sólo superado por Valladolid, Guadalajara o el total de Molina de Segura.

La casa del pisito mira de frente al espanto de la sedicente Torre de Murcia (recordamos que Torre sólo hay una, es de piedra, está mejor hecha y es el vértice geodésico de la ciudad), a su derecha se asoma a la inventada calle que arruina el lateral de la que fuera parroquia más noble de la ciudad (sic transit gloria mundi), por la izquierda un utilísimo Mercadona sustituye a uno de los, hoy añorados, grandes cines del centro y, por las espaldas, un callejón sin salida ejerce, tanto de depósito de mariscos viejos como de aliviadero de vejigas, las de orines, claro.

Aparte de aludir a circunstancias legales sobre los planes parciales de urbanismo, en los que no entramos, nuestro muy documentado concejal socialista, no hace sólo una loa al terrorífico entorno, que él considera monumental, sino que además nos recuerda, con ardor guerrero, que los baños árabes se arrasaron hace una década. Quizá tan ilustre cerebro, desde luego no producto del bachillerato clásico sino de ese drama llamado LOGSE, confunde los números, porque diez no son cincuenta (querido edil, década significa diez no cincuenta -¿ay el latín!-) e ignora que esa Gran Vía, hoy llamada de Salzillo, (pobre artista al que le han robado la placa que recordaba la ubicación de su taller, mutilado el monumento que pagaron los vecinos de Santa Eulalia, con la boca llena de centenarios), lleva abierta medio siglo.

¿Dónde estuvo tanta preocupación del partido de la izquierda y la cultura, de lo progre y la sensibilidad exquisita, por nuestro menguado patrimonio cuando permitieron los derribos del claustro renacentista del convento de Verónicas y del palacete del Hotel Madrid para hacer el Bulevar Cetina, el saqueo del Convento de San Antonio, la falsa rehabilitación del Palacio Fontes, el abandono de los retablos y el traslado del sepulcro del obispo Almeyda en San Esteban para la coronación del ínclito Hernández Ros I, la desidia en los Museos o la ruina del Teatro Circo?.

¿Dónde están esas denuncias por la eliminación de la antigua maquinaria del reloj de la Catedral, por el falso, ridículo y carísimo carillón virtual del Ayuntamiento (¿donde trabajan y cobran de nosotros!), por la brutal mutilación del mal llamado Palacio Meoro de Santa Eulalia, por la destrucción de la casi totalidad de los últimos molinos de acequia del municipio, por la desaparición de la histórica campana del Puente de los Peligros (en manos privadas de todos conocidas), por la muerte silenciada, con alevosía y nocturnidad, del león del Malecón o por los generalizados errores históricos vertidos en la guinda pepera de la concejala Valcárcel, es decir, las placas de Corazón.

Querido concejal Ros: si de verdad usted quiere sacarle renta política a las vergüenzas de sus contrarios, haga el favor de informarse antes, hombre, aunque sea un poquito, que hay gente que sabe mucho de todo esto y no suele cobrar por echar una mano.

Este es un consejo gratuito de dos murcianos que, sin siglas, buscan la verdad (el concepto, no el diario homónimo) y la historia.

Enrique Máximo García pertenece a la Real Diputación de San Andrés de los Flamencos; Manuel Pérez Sánchez es profesor de Arte Regional en la Universidad de Murcia.

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