Un valle vertical y misterioso

Transitar por el Valle de Leyva, subir hasta el Collado Blanco, refrescarse en la fuente de Prado Mayor y tumbarse un rato sobre la hierba, viendo cómo pasan las nubes, es un lujo posible, por no decir obligatorio, que debería prescribirnos de vez en cuando nuestro médico de cabecera.

Las paredes blancas y verticales de Leyva, una impactante muralla de tres kilómetros de longitud por 180 metros de altura, son un vertiginoso oteadero de los arruis sobre el valle y una de las mejores escuelas de escalada de España.

La pista que conduce hasta esta maravilla, en el corazón de Sierra Espuña, parte desde el área recreativa de La Perdiz.

El camino asciende por el valle, primero en suave pendiente y después casi en zig zag, dándonos vistas a las paredes (1.320 metros de altitud) y al morrón de Alhama (1.444).

Los pinos nos envuelven mientras llaman nuestra atención las ardillas y los piquituertos, el único sonido que seguramente escucharemos durante las dos o tres horas que puede durar esta excursión.

Cuando pasemos junto al refugio estaremos ya cerca de la cabecera del valle, que coronaremos en el Collado Blanco (1.226 metros). En este punto tendremos unas vistas inolvidables del barranco, con un mar verde de pinos a nuestros pies y Carrascoy al fondo.

El descenso es un placer: basta con dejarse caer por la pista con la única inquietud de saber si nos siguen o no las brujas de Leyva, protagonistas de una leyenda terrible que terminó con una reata de mulas destripadas. Les ahorro los detalles.