Una siesta inolvidable

La sombra que proporcionan una higuera y una chopera mínima; hierba abundante en el suelo; el teléfono móvil, muerto de risa por falta de cobertura; un hilo de agua permanente imponiendo un ritmo anestesiante; y un excursionista roncando como una locomotora.

El milagro es posible en Toral, un lugar que no se encuentra en los mapas pero donde puede uno echarse la siesta de su vida. Jurado y/o prometido.

Llegar a este rincón remoto de las sierras de Moratalla, acomodar el cuerpo sobre una toalla extendida en la hierba, cerrar los ojos y ausentarse del mundo de los vivos durante un par de horas es una experiencia que vale la pena, pese a los más de doscientos kilómetros que hay que hacerle al coche. Y además resulta que Toral no es una sierra, ni un monte, ni siquiera un caserío.

Toral es un un rincón modesto donde corren el aire y el agua, un lugar con vistas sobre las tierras altas de Moratalla donde alguien está restaurando una casa en ruinas. El sitio de Toral: así se lo explicarán en Bajil, el lugar habitado más cercano.

El plan es llegar a Bajil y aparcar el coche junto a las casas, ver el dolmen y el yacimiento megalítico -si es que aún no lo conoce- y bajar hasta la vaguada que se domina desde los restos arqueológicos. Toral está a dos kilómetros y medio de Bagil camino arriba. Sólo tiene que guardar la precaución de girar a la izquierda en una bifurcación que encontrará a dos kilómetros de Bagil.

Si sigue estas indicaciones encontrará el sitio de Toral a apenas quinientos metros. Ya lo verá: todo será llegar, quitarse la mochila, refrescarse en el caño, tumbarse boca arriba y quedarse traspuesto. Que tenga felices sueños.