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Una mujer come sopa de carne de perro.
El día que la probé

El día que la probé

ZIGOR ALDAMA

Lunes, 13 de julio 2015, 11:58

Los propios chinos dicen de sus compatriotas cantoneses que comen cualquier cosa que se menee y que no tenga motor. De hecho, es precisamente esa propensión a ingerir animales exóticos lo que provocó la epidemia de neumonía atípica (SARS) que atemorizó al mundo en 2003. Después de aquella crisis, en muchas ocasiones se ha culpado a la población de la provincia sureña de Guangdong de provocar otros problemas sanitarios con sus peculiares manjares gastronómicos, que parecen resumidos en el grasiento menú de un pequeño restaurante de la ciudad de Shantou: ranas, moluscos de nombre impronunciable, serpientes -cuanto más venenosas, más caras-, cocodrilo, y, por supuesto, las especialidades de la casa: perro -gou- y gato -mao-.

Un extranjero llama la atención, así que una de las camareras se acerca con una sonrisa de oreja a oreja para hacer sus recomendaciones mientras me hacen fotos comensales con las camisetas enrolladas para dejar al aire sus generosas barrigas. «El perro es mejor estofado y tenemos una sopa de carne de gato muy nutritiva», dice. No se hable más. Después de más de una década en China va siendo hora de probar el alimento que tanta polémica provoca. El plato de can llega poco después de manos del cocinero, que, temeroso de la mala publicidad que puede recibir el restaurante, recalca que los perros que cocinan han pasado los controles de Sanidad y han sido criados en granjas. De los gatos no dice nada.

La carne de perro es sabrosa. Algo correosa pero con bastante grasa. Condimentada con salsa de soja, resulta difícil compararla con cualquier otra, aunque quizá se asemeje más a la de cordero. El gato sí que se parece más al conejo, aunque en la sopa la carne resulta bastante insípida. En cualquier caso, disfrazados con las salsas chinas ambos se podrían servir sin que un comensal incauto se diese cuenta de que no está comiendo ternera o cerdo. Así que el único problema está en conseguir dejar de pensar en mascotas. Al fin y al cabo, también hay gente que tiene un cerdo en casa.

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