Joaquín Sabina, 24 discos y 500 novias
Artista del alambre, equilibrista callejero, superviviente. Joaquín Sabina ha logrado colarse en el corazón de millones de personas. Todos conocemos alguna o muchas de sus ... letras. Asombra que con solo unos acordes su público ya sepa qué va a sonar. Sabina es un grande y los sabinistas, también.
El andaluz de Malasaña llevó la vida al límite hasta que en 2001 su cuerpo le dijo basta. Desde entonces, mira las drogas con nostalgia, pero no ha renunciado al tabaco ni a los chupitos. Sabina es adicto a la emoción, a los escenarios, al olor de los bares. A las historias.
Nació en Úbeda el 12 de febrero de 1949. Su padre era policía, pero él pronto demostró que su destino era otro. Persiguió a su primer amor, Chispa, hasta Granollers. Raptó y gozó a la novia. Ya entonces su equipaje incluía poetas como Fray Luis y escritores inauditos como Joyce o Proust.
Cambió un reloj por una guitarra tras la reválida y comenzó su carrera. En Granada, mientras estudiaba Filología Románica, se sumó al Partido Comunista. Su propio padre lo detuvo, por evitarle algo peor. Participó en el colectivo Poesía 70, junto a voces como Carlos Cano y Aute.
Un cóctel molotov lanzado contra el BBVA le empujó al exilio. Con pasaporte falso vivió como okupa en París y luego en Londres. Tocó en bares y en el metro. Dicen que George Harrison le dio cinco dólares de propina. Quizá los enmarcó, quizá se los bebió. En Londres grabó su primer disco, 'Inventario', y acogió a miembros de ETA «gente muy simpática que luego pegaba tiros en la nuca». De esto se arrepintió amargamente.
Tras la muerte de Franco, el cónsul español Morán logró que Sabina regresara sin represalias. A cambio, hizo la mili en Mallorca, donde trabajó como periodista. Su mujer de entonces era argentina: Lucía Inés Correa.
En España firmó con CBS y vivió los años de La Mandrágora, de sus primeras apariciones en TVE con García Tola. Se arrancó unas cuantas etiquetas. Su segundo disco, 'Malas compañías', incluye joyas como 'Calle Melancolía' y 'Pongamos que hablo de Madrid', que ya había popularizado Antonio Flores. Por aquel tiempo, todos nos sabíamos la letra de 'Con las manos en la masa', aquel programa que presentaba Elena Santonja. En 1985 empieza una nueva etapa con Ariola, deja a Krahe, se une a la banda Viceversa y saca su primer disco en directo. Se distancia del PSOE y le dedica a González 'Si te he visto, no me acuerdo'.
En 1987 y 1988 publica 'Hotel, dulce hotel' y 'El hombre del traje gris', ambos éxitos rotundos. Gira por Argentina, México y Venezuela. Produce un disco para Los Chichos y funda Ripio con Pancho Varona para gestionar sus derechos de autor. Entre 1989 y 1992 tiene a sus dos hijas con Isabel Oliart. En 1992 empieza una relación intensa con Cristina Zubillaga, musa de la canción 'Y sin embargo'.
En 1996 lanza 'Yo, mi, me, contigo', que vende 80 mil copias en una semana y lo lleva de gira por América. Conoce a Fidel Castro y Zubillaga sonríe junto ambos en las fotos.
La debacle con Fito es de sobra conocida. Sabina dejó claro en una famosa misiva que: «Rl rol de patito feo no me va».
Por entonces, ya conocía a Jimena, su compañera de vida. Oficializaron su relación en 1999 y se casaron en plena pandemia.
En 2001 sufre un ictus leve que lo hace replantearse ciertas cosas. Desde entonces, más prudente, no ha parado de crear. Compuso el himno del Atleti y publicó 'Alivio de luto'. Las giras continuaron: 'Ultramarina', 'Carretera y manta', y el inolvidable dúo con Serrat en 'Dos pájaros de un tiro' y 'La orquesta del Titanic'. En 2009, 'Vinagre y rosas' fue el disco más vendido en España.
También ha compuesto para otros: 'A la sombra de un león' para Ana Belén, o las 'Dos camas vacías' para María Jiménez que la rescataron de un lamentable olvido.
Hoy Sabina sigue al pie del cañón. Se cae de escenarios y, tras mil desventuras, se encuentra en equilibrio. Los días de las 500 novias ya pasaron. Su danza entre el crapulismo y la virtud lo convierten en maestro del arte de vivir.
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