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Una de la obras de Sergio Porlán, montadas en Art Nueve.
Fuerza imaginativa y crítica social

Fuerza imaginativa y crítica social

Hay que llegar a la convicción de que los montajes que presenta Sergio Porlán suponen para él una naturalidad que para los demás parecen el mayor de los rebuscamientos. Quizá, la pugna entre estos planteamientos se deba a que no todo el mundo, no todos los espectadores, no todos cuantos quieran introducirse en lo que aparece en la exposición, que actualmente presenta en Art Nueve, gozan de la misma fuerza imaginativa y creadora que Porlán. 

PEDRO SOLER

Viernes, 17 de junio 2016, 08:00

Hay que llegar a la convicción de que los montajes que presenta Sergio Porlán suponen para él una naturalidad que para los demás parecen el mayor de los rebuscamientos. Quizá, la pugna entre estos planteamientos se deba a que no todo el mundo, no todos los espectadores, no todos cuantos quieran introducirse en lo que aparece en la exposición, que actualmente presenta en Art Nueve, gozan de la misma fuerza imaginativa y creadora que Porlán. Convertir un hogar, frío además, en un conjunto artístico parece un empeño de desesperados, cuando siempre se impone, para estos escenarios, un placentero diseño, una conformidad más natural y unos recursos más al alcance de lo afectivo.

Sergio Porlán se comporta con el convencimiento de que va a dotar a esta 'Casa fría' -título de la exposición- de todos los aditamentos imprescindibles y necesarios, que la hagan inhabitable. Y todo, sin renunciar a los objetos que, instalados del modo más frecuente y usual, hacen de la casa, el habitáculo necesario. Lo que hace es romper los esquemas, pero no se inventa artefactos distintos con los que, a diario, alternamos en el recinto familiar. Hay lámparas que llenan de luz y cuadros que adornan las paredes, pero también se presentan los presuntos peligros que obligan a extender el seguro oficial sobre el ámbito de la convivencia. Por esto ha jugado, interpretativamente, con la pintura, la escultura y la instalación, como si se hubiese planteado un reto para agotar todas las posibilidades, de modo que el recinto de nuestra estancia diaria aparezca retratado en su plenitud, pero de modo singular. Así, como bien se afirma, el conjunto se convierte en un envoltorio común, que engloba «la fragilidad de la vida, el paso del tiempo y la conciencia de lo cotidiano». Es trascendente el proceso de transformación, hasta tal punto que determinadas piezas basan su material constructivo en medicinas de uso común, o denuncian claramente los peligros que recaen sobre el hogar.

Para quien no conozca la valentía creativa de Sergio Porlán, estos montajes escaparán a comprensión alguna, y solo serán intentos de una disparatada búsqueda de lo irreconocible; pero es muy importante tener en cuenta el afán innovador que gusta de aplicar a los materiales más simples, hasta convertirlos en arma significativa de su trabajo artístico, asignándoles una razón de ser, una motivación en consonancia con el planteamiento inicial y el definitivo resultado del proyecto. Sin olvidar el alto sentido estético que debe imponerse en cualquier creación artística.

'Intrusos', de Antonio Tapia

Lo dice y lo hace: no se limita a reflejar lo que sus ojos ven, sea un paisaje, una máquina anticuada o un edificio cargado de historia. Lo que busca Antonio Tapia es revitalizar de algún modo lo que tiene delante. Es fácil comprobarlo en la exposición que presenta en el Casino de Murcia. En todo el recorrido mezcla objetos, personas y ambientes, con la principal finalidad de mostrar un sentido de originalidad y un desprendimiento del mensaje. Bajo el título de 'Intrusos', es como la reconversión de las cosas, como la penetración en espacios que no les pertenecen o mejor, quizá, que cambian de significación por el aire de novedad que le ha inyectado.

No parece sencillo acabar estos cuadros, porque, aunque puedan surgir de una incesante tacada, nadie dudará que también han recorrido un trayecto previo de maduración, indagando tan expresiva intencionalidad. El pintor dice que se trata de una cierta capa crítica hacia la sociedad en la que vivimos, pero no es menos cierto que no ha recurrido a unas formas corrosivas y repelentes; ha buscado como mejor arma de crítica una armonía que respete la belleza que deben ofrecer las formas, sean los objetos o los personajes que desfilan por lo que parece ser un paseo callejero o una huida nadie sabe hacia dónde. En estas obras queda reflejada con mayor fijeza la mirada de Antonio Tapia hacia esa sociedad que le parece absorta en sus pretensiones cotidianas, en sus comodidades falsificadas.

Al margen de todo tipo de mensaje, que el autor nos quiere enviar, y que para él será elemento básico en esta exposición, no puede descartar el compromiso al que se somete, cuando las obras también aparecen realizadas por unas hechuras a base de perfeccionamiento técnico y por un deseo de que cada una quede debidamente conclusa, hasta por unos colores que envuelven armoniosamente el espectáculo que contiene. Incluso no sería de extrañar que el espectador opte, más que por desentrañar el mensaje, por recrearse, satisfactoriamente, en la directa visión de la escena retratada.

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